Feijóo, Feijóo, Feijóo
Un día normal dentro de lo extraordinario de unas elecciones Covid. Tan normal que ganaron los de siempre
Qué chispa Otegi. Dijo ayer el señor coordinador de EH Bildu que en las elecciones los vascos debían elegir entre «quienes dicen la verdad y cuidan de la salud pública» y quienes «no la dicen» y «la ponen en riesgo». Todavía más chispa que cuando su partido escribió en Twitter hace unas semanas aquello de «Denunciamos la violencia racial y la represión vivida en los últimos días en Estados Unidos. Este tipo de acciones no son aceptables en nuestra sociedad…». Que guardias civiles lives también matter, tíos. A ellos (a los de Bildu) les ha ido bien. Sin embargo, en Galicia no parece que el tirón de la ministra de Trabajo, su extraño prestigio, sea algo que exista fuera de la burbuja tuitera. Aunque cuente que hay señoras que la abrazan por los ERTEs (pues que vayan abrazando a Fátima Báñez). El hundimiento de Podemos también tendrá que ver algo con el hombre Pablo Iglesias, su Dina y sus fake cloacas.
Galicia en común se ha estrellado en esta jornada tan particular donde no habríamos reconocido a Marcello Mastroiani y a Sophia Loren porque habrían ido tapados. A Galicia en común les ha ganado no sólo el PP (o Feijóo, Feijóo, Feijóo, según la cartelería de sus mítines free PP), sino el BNG de Ana Pontón y el PSdeG-PSOE con un socialista que se llama como un torero al que llevan globos al hospital. Aunque peor es que sea sobrino de Abel Caballero, Lucecita de Vigo.
Fue una jornada de normalidad salvo por la gente a la que no se permitió votar. Una jornada de normalidad con votantes centenarios tanto en una comunidad autónoma como en la otra (gana María Bouzas Senín de 104 años en la parroquia de Setecoros). Normalidad con mascarillas (que se quitan para reconocimiento facial, como en las notarías), garrafas de gel hidroalcohólico, cortinas recogidas (o ausencia de cortinas) para tocar lo mínimo, marcas en el suelo para colocarse como si se estuviera rodando una película y el DNI ofrecido en bandeja. No de plata, una normal para no tocarlo. Pero era como en una joyería cuando te enseñan un reloj caro. A veces el carnet sólo se mostraba (sin bandeja). Y normalidad de limpieza y desinfección continua de urnas y mesas electorales.
También normalidad de monjas con toca y mascarillas. Urkullu la llevaba oscura (la mascarilla) y con la ikurriña pequeña en un lado. Volviendo a lo de Otegi, se habrán dado cuenta de que por España hay balcones con carteles donde pone «Sanidad pública», como si eso fuera una cosa de izquierdas y a la derecha no le gustara la sanidad pública. A ver dónde se murió Franco. Son carteles que se oponen (vaya usted a saber por qué) a las banderas de España de los balcones. Porque en España estamos un poco chiflados en nuestras rivalidades.
Nada de normalidad hubo en los contados actos de violencia contra apoderados de Vox tanto en Galicia como en el País Vasco, según ha denunciado Jorge Buxadé . Denunció, por ejemplo, una leche a un apoderado de Vox en Galdácano. «Una jornada de extraordinaria violencia contra Vox», dijo Abascal en su comparecencia. Muy risueño al principio. Pero denunciando que todos sus actos públicos han sido amenazados y que han vivido sin libertad. Que las elecciones no han tenido igualdad democrática (y recordó las papeletas de Vox secuestradas en Correos). Se le pueden oponer los vetos a periodistas en sus actos. Un discurso victimista con algo de razón visto lo visto. Pero, vaya, en Galicia no ha tenido Vox las broncas del País Vasco. Ha tenido al faraón Feijóo.
Como recompensa ha obtenido Vox el escaño por Álava (Abascal fue concejal de Llodio y miembro de las Juntas Generales de Álava). Ese escaño quizá sea el mayor hostión para muchos de esos que no se sacan de la boca o de los dedos tecleadores lo de «partido de extrema derecha». Aunque vean con normalidad los muchos escaños de EH Bildu. O ese parlamento tan nacionalista y soberanista en el País Vasco. Macarena Olona, como voxera visitante, les habrá dado suerte, cosa que no ha podido hacer José Luis Martínez-Almeida con Carlos Iturgaiz. Menuda papeleta. ¿Pero qué quieren? Iturgaiz debió de ser el último de una lista que nadie quiso encabezar tras la purga de Alfonso Alonso. Salió Iturgaiz en su aciaga noche como José Luis Moreno a presentar «Noche de fiesta». Con un entusiasmo alejado del resultado obtenido por la coalición . Restregó a Tezanos que hubiera anunciado que no iban a tener representación alguna. Toma, Tezanos. Chufla, chufla. A lo Miguel Ligero en «Nobleza baturra» (1935). El señor subido en un burro por la vía del tren a punto de ser atropellado en una versión ferroviaria, antigua y maña del «Duel» de Spielberg. Es verdad que los de Galicia en Común han sido más atropellados, pero no salieron así.
En Vitoria se votaba en lo que fue una plaza de toros y ahora es un edificio multiusos, como las navajas, el Pabellón Iradier Arena. Teniendo en cuenta que mantiene burladeros es como llamar fromage a lo que se ve claramente que es queso. Aunque no haya corridas.
Al final, los lugares más tradicionales de España son Galicia y el País Vasco. Votan siempre al PP y al PNV. ¿Pero cómo no van a votar al PNV allí si siempre llegan de Madrid con regalos para todos? ¿Lo de Galicia y el PP? Hay que concluir que es Fraga el que lo dejó todo atado y bien atado. Aunque yo lo que me pregunto es qué estaría haciendo anoche Garazi Ortuzar, la hija del presidente del PNV.