Juan Fernández-Miranda
La famélica legión
¿Cuánto tiempo necesitan los socialistas para estar en disposición de disputar la victoria en unas generales al PP? ¿Una legislatura? ¿Quizá dos? Eso suponiendo que las cosas se hagan bien. A tenor de la nula autocrítica de Sánchez , la cuestión va para largo y el socialismo español seguirá siendo famélica legión.
Decía Benjamin Franklin que un camino de mil millas comienza con un solo paso y en la nada desdeñable empresa de convertir al PSOE en el partido de la alternancia política, ese primer paso le corresponde hoy a Pedro Sánchez. De él depende que el término «pasokización» se consolide en nuestro diccionario o quede como una expresión de época.
Aunque lo urgente para él en este momento es su propia supervivencia, lo importante para el PSOE —y para España— es la consolidación de su partido como líder de la izquierda y de la oposición. El padre Feijoo ya escribió en el siglo XVIII que quienes entienden la política como el arte de negociar la conveniencia propia «bien lejos de contemplarlos políticos hábiles, los debemos tener por consumados necios ». Ojo, Sánchez.
Tras el 26-J solo hay dos cuestiones que resolver: cómo y con quién gobierna Mariano Rajoy y quién es el líder de la oposición. Y es precisamente en la combinación de ambas dónde Sánchez encuentra su auténtica fortaleza: en contra de lo que pueda parecer, él es el natural aliado de Rajoy en esta coyuntura, y por varios motivos: el presidente del PP requiere de apoyos parlamentarios, el PSOE necesita algo que llevarse a la boca, el nuevo Ciudadanos equidistante incomoda a ambos y el populismo no beneficia a nadie. Y España necesita estabilidad.
Tan importante es huir del desgobierno como que el PSOE se consolide, y eso también tiene que entenderlo el presidente del PP. En esa dialéctica debe desarrollarse el diálogo Rajoy/Sánchez de esta misma semana. Si el líder socialista abandona el eslogan, asume que el veredicto de las urnas hace imposible el veto a quien ganó las elecciones y hace un análisis realista de la situación de su partido, pronto podrá vender algún éxito político a sus huestes. ¿Alguien recuerda la última vez que el PSOE tomó —o contribuyó a tomar— una decisión que combinara el orgullo de sus votantes con el beneficio para el conjunto de los españoles? Pues ya va siendo hora.
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