Manuel Marín

La extraña comuna

MANUEL MARÍN

Por fin un órdago. Los tiempos de Mariano Rajoy no se corresponden con los del común de los mortales, pero la reactivación de su oferta para liderar un frente junto al PSOE y Ciudadanos, para arrancar de Bruselas un compromiso que suavice el objetivo de déficit, tiene poco de discutible. La eterna excusa de que no es una propuesta “progresista” no le valdrá esta vez a Ferraz para rechazarla de antemano con un “no” despectivo y antipático. La oferta planteada por Rajoy a Albert Rivera es idéntica a la ofrecida por Pedro Sánchez frente a Europa. Y, sin duda, surtirá más efecto si surge de una alianza de Estado con más de dos tercios del Parlamento, que si parte de un pacto entre partidos perdedores basado en mutuos chantajes doctrinarios.

Albert Rivera, convertido en un mediador entre bambalinas para afianzar su estatus centrista tras aterrizar de su nube con solo 40 escaños, valora el giro de Rajoy. El PP ha movido pieza para retratar la insolvencia real de un hipotético gobierno de Sánchez sustentado en sus 90 escaños, y en su opaca comuna de populistas e independentistas. Todo, en un momento en el que se extiende un temor cierto entre la mayoría de españoles moderados –sean progresistas o conservadores-, que perciben como un error cualquier pacto que ceda a Podemos la gestión de departamentos determinantes del Estado.

La disyuntiva de Sánchez seguirá abierta tras su cita de hoy con Rajoy. Suavizará las formas, pero su “no” al PP será exactamente igual de contundente. No parecerá tan despreciativo, pero será sólido… a no ser que Rajoy aceptase investir al líder socialista como presidente. Y eso está descartado. Por tanto, Sánchez sigue preso en manos de Pablo Iglesias. Pero en Podemos, todo evoluciona de forma extraña, con muchas sombras y demasiado rápido. Paradójicamente, las dudas de Iglesias, las fracturas internas y la crisis de liderazgo en las marcas de Podemos en media España están reforzando la figura de Sánchez frente a la extrema izquierda. Las encuestas aún no lo prevén. Pero lo harán.

Iglesias tendrá que decidirse en breve. O bien contenta a quienes desean nuevas elecciones para hundir al PSOE definitivamente, o bien acapara Ministerios a capricho aun a riesgo de que sus bases lo identifiquen plenamente con la “casta”. Todo ello, mientras Sánchez crece. La novedad es que parece tener garantizada su cabeza de cartel en el caso de nuevos comicios. Leer entre líneas a Felipe González y a Susana Díaz así lo sugiere. Además, Iglesias no da síntomas de garantizar la unidad de criterio de su partido, y sí de ser rehén de una consulta independentista impuesta por su marca catalana, y que el propio PSOE ha vetado negociar a Sánchez. No hay nada cerrado. El puzzle sigue sin cuadrar.

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