Manuel Marín - ANÁLISIS
Una estafa sensacional
Si Pedro Sánchez consiguiese cerrar este extraño pacto, sería una legislatura tensa basada en un ejercicio de supervivencia personal y diseñada sobre la exclusión del PP
![Los equipos negociadores de PSOE, Ciudadanos y Podemos](https://s3.abcstatics.com/media/espana/2016/04/08/51320488--620x349.jpg)
«La autodeterminación, el separatismo y las consultas que buscan el enfrentamiento solo traerán mayor fractura a una sociedad ya de por sí dividida. Son innegociables para el Partido Socialista y la renuncia a esos planteamientos es una condición indispensable para que el PSOE inicie un diálogo con el resto de formaciones políticas». Este texto no es una declaración de intenciones. Es el mandato que el pasado 29 de diciembre el Comité Federal impuso a Pedro Sánchez para no basar su intento de investidura en una cesión al chantaje independentista. Sin embargo, ese «inicio de diálogo» sí se ha producido pese al veto impuesto por su propio partido: en secreto, y a espaldas de los barones socialistas críticos y de Albert Rivera, ese «socio dual» que a priori no iba a quedar excluido de ningún intento negociador.
Sánchez puede convencer a los pocos ingenuos que aún quedan de que en sus citas con Puigdemont y con Junqueras hablaron de financiación, de fútbol… o de la crisis del sector lanar. Pero sería mentir. Sánchez explora toda opción de gobernar, urgido por el tiempo que agota la paciencia de Pablo Iglesias –en su mano sigue todo-, y por las encuestas que apuntan a una mayoría suficiente entre PP y Ciudadanos tras el 26-J. Resuena el «tic-tac» de Podemos para que Sánchez pague la apuesta de su ruina con una estafa sensacional. Como aquel «dong» anunciador que cerraba la ventanilla en el segundo más agónico de Doyle Lonnegan en «El golpe». El anzuelo está preparado y solo queda la cuadratura del círculo con el «sí» o la abstención del secesionismo bajo el cumplimiento de promesas ahora inconfesables. Nada que no imaginase Sánchez en la misma noche del 20-D. Por eso hoy sabemos que el veto del Comité Federal –mucho arroz para tan poco pollo– era meramente estético y testimonial.
Si Sánchez consiguiese cerrar este extraño pacto con Podemos, IU, Compromís, Convergencia y ERC, después de reducir el guión de Rivera al de un simple actor de reparto liquidable a conveniencia, sería una legislatura tensa basada en un ejercicio de supervivencia personal y diseñada sobre la exclusión del PP. No habría ningún «gobierno de progreso», sino una amalgama de pedigüeños a la puerta de Sánchez reclamando su aguinaldo. O sus vicepresidencias y consultas. Democracia representativa, lo llaman.
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