EDITORIAL ABC
La estabilidad como objetivo común
Las urgencias del pasado deben justificarse ahora con celeridad en los nombramientos y con todas aquellas decisiones que esperan la Unión Europea, los mercados y los inversores
Después de casi un año de gobierno en funciones y de someter a la opinión pública a tensiones diarias, entre disputas partidistas y alertas por no tener presidente investido, hay que confiar en que Mariano Rajoy, político que se honra en ser previsible, reinstaure una cierta normalidad política a la mayor brevedad posible. Las urgencias del pasado deben justificarse ahora con celeridad en el nombramiento de los ministros y con todas aquellas decisiones que esperan con impaciencia la Unión Europea, los mercados financieros y los inversores para confirmar su confianza en España. Las agendas institucionales –empezando por la de la Corona– tienen que recuperar ritmos y compromisos , especialmente en el ámbito internacional, donde están sucediéndose acontecimientos como el Brexit, las crisis de los refugiados en la UE o las tragedias de Siria e Irak. Los ciudadanos tienen que ver en qué consistirá esta legislatura, más allá de la buena voluntad de Rajoy y de las advertencias del PSOE. Hacen falta hechos e iniciativas concretos, y cuanto antes para medir el alcance real de la voluntad de unos y otros para impulsar una legislatura de la que depende la recuperación económica. La disculpa del bloqueo se ha acabado para todos.
A estas alturas, ningún español espera milagros, pero sí que la clase política pase a otra fase de su discurso. No será fácil normalizar la vida pública, es cierto, porque sus actores no están acostumbrados a las condiciones en las que se hallan: un Gobierno sin mayoría absoluta y una oposición con su guerra interna abierta en canal. Sin embargo, de esta anormalidad se pueden extraer más puntos en común que en cualquier etapa anterior, porque unos y otros comparten la necesidad de un tiempo muerto sin contiendas electorales y con serenidad para afrontar las estrategias que cada uno precisa. Es evidente que la del PSOE es una estrategia de refundación, porque se ha quedado vacío de liderazgo y de proyecto político, roto en sus relaciones internas, especialmente con el socialismo catalán, y acosado por una coalición de extremismos –ERC, Podemos y Bildu– que no tendrá piedad con los socialistas. Tampoco el PP debería entrar en un proceso de autosatisfacción por repetir gobierno. Al margen de que las condiciones de la investidura limitan de entrada los movimientos del Ejecutivo de Rajoy, el PP ha de recordar que muchos votantes tradicionales se decepcionaron por una legislatura, la de 2011-2015, en la que vieron ciertos desistimientos ideológicos –aborto, reforma de la justicia, memoria histórica– así como falta de contundencia en la respuesta a determinadas crisis internas. También es hora de aprender de los errores pasados.