Esquerra romperá con un PDECat camino de la escisión
Las elecciones obligan a los partidos a elegir candidatos y definir programas
La fotografía más real de Cataluña es la de Carles Puigdemont filtrando el jueves, cuando todavía era president, que iba a convocar elecciones autonómicas a cambio de su inmunidad: es decir, a cambio de una salida personal. Y aunque su comparecencia no llegó a producirse, al no estar el Gobierno dispuesto a ceder a su chantaje, la supuesta declaración de independencia del día siguiente, y digo supuesta porque técnicamente no llegó a producirse, fue tan irreal que ni los propios independentistas la entendieron y resultó mínima y triste su presencia en la calle para celebrarla. Caras largas en el Parlament. Ayer Puigdemont apelaba desde Gerona, en un falso decorado institucional, a una épica de plástico que ni él mismo se creía, y almorzaba luego en un antro de menú escrito en la pizarra que desde luego no es la clase de restaurante al que un presidente acude al día siguiente de haber proclamado una nueva república plenipotenciaria.
La fotografía más real de Cataluña es la de un presidente regresado súbitamente al independentismo cuando tuvo que demostrar la valentía que tanto reclama a los demás. Esquerra, que aceptó muy a desgana concurrir a las elecciones autonómicas de 2015 con Convergència, bajo la candidatura unitaria de Junts pel Sí, no tiene ninguna intención de reeditar el acuerdo. Primero porque nunca se han fiado de los convergentes y están convencidos de que su alma autonomista siempre vuelve: los penúltimos movimientos de Puigdemont y las estrategias de Marta Pascal, coordinadora general del PDECat, para instalarse en el agua tibia que pretende recuperar Santi Vila , han hecho que la desconfianza republicana creciera hasta el punto de no retorno en que cualquier complicidad se ha roto. Además, todas las encuestas señalan que Oriol Junqueras ganará las próximas elecciones, aunque sin mayoría independentista en número de votos, y para Esquerra es simbólica y políticamente muy importante recuperar la presidencia de la Generalitat por muy autonómica que continúe siendo. De fondo está y no ayuda el desprecio con que siempre los convergentes han tratado a los republicanos, a los que siempre han considerado sus hermanos pequeños y algo tontos.
El PDECat tiene dos almas: la más independentista, representada por los alcaldes de pueblos menores, que son muchos alcaldes pero de pueblos muy pequeños y muy del interior; y la más pragmática, la que conoce mejor lo que un Estado es y representa y es más consciente de las fuerzas reales de Cataluña, que encarna por vocación Santi Vila y por temor Marta Pascal. Hay un tercer sector, que no es un alma sino su dinero, que representan Mas y sus ya escasos seguidores, movidos siempre por un interés personal y personalista patéticamente revestido de grandilocuencia nacional, y que se caracteriza por llevar a los catalanes hasta el límite para pactar luego con el Estado una rendición que sólo les beneficia a ellos. Lo hizo Mas en 2006, forzando un Estatut de máximos en el Parlament para violentar al PSC y yéndolo luego a recortar con Zapatero a cambio de que el PSOE le garantizara su apoyo para llegar a presidente de la Generalitat; y lo ha vuelto a hacer ahora, abocándonos al abismo para acabar pactando la marcha atrás con Madrid a cambio de cómodos plazos para pagar su millonaria multa y en última instancia del indulto.
Lo más probable es que el alma independentista del PDECat se escinda y en este sentido hace pocos días hubo un encuentro en Montserrat de algunos de sus dirigentes más destacados para sentar las primeras estructuras de un nuevo proyecto político. Entre ellos se encontraban el diputado Jordi Cuminal y el también diputado y alcalde de la Seo de Urgel, Albert Batalla, así como el exjefe de gabinete del expresidente Puigdemont, Josep Rius, entre otros. Si Marta Pascal consigue controlar su partido, los escindidos serían los independentistas, aunque todo en el PDECat es tan frágil que el partido podría romperse y quien tendría entonces que escindirse sería Santi Vila, con su liderazgo indiscutible, para volver a las tesis del pujolismo con su proyecto liberal de base progresista, claramente catalanista pero siempre dentro de la Ley y del pacto con el Estado.
Finalmente la CUP tiene más o menos decidido no presentarse, aunque por su docilidad mostrada en las últimas semanas, que tanto ha gustado al público más independentista que se ha sentido traicionado por las idas y venidas de Esquerra y del PDECat , no se puede descartar del todo que sorprenda con un quiebro de última hora. Es poco probable y no encajaría demasiado con su discurso pero hace meses que en Cataluña no puede darse absolutamente nada por descontado.
No es razonable pensar -aunque una vez más, puede pasar de todo- que Convergència y Esquerra decidan no presentarse a las elecciones: Esquerra, porque tiene la posibilidad histórica de recuperar la hegemonía política de Macià y de Companys; y el PDECat, o como mínimo su alma pragmática encarnada por Santi Vila, porque nunca fue partidaria de la -falsa- declaración unilateral de independencia , llegando el exconsejero de Empresa a dimitir antes de que se votara en el Parlament.
Así las cosas, la raspada mayoría parlamentaria del independentismo quedaría seriamente amenazada y tras haberse comprobado el desastre político, económico y convivencial que este proceso , ha causado no parece desmesurado aventurar que muchos independentistas de última hora que creyeron que la secesión sería inocua, gratis y sobre todo posible, varíen el sentido de su voto para volver cuanto antes a la tranquilidad de sus vidas que tan bien funcionaban.