Hace hoy 30 años, la clase trabajadora española logró paralizar el país con una histórica huelga general contra la política económica del gobierno de Felipe González. Fue el 14 de diciembre de 1988, una fecha que sigue marcado un hito en la historia de las organizaciones sindicales. La estación de Metro de Antón Martín, el 14 de diciembre de 1988, cerrada durante la huelga general. El secretario general de UGT entre 1976 y 1994, Nicolás Redondo, ha dicho hoy que la huelga general del 14 de diciembre de 1988 fue «mayúscula, singular e irrepetible». La convocatoria dejó imágenes difíciles de olvidar, como esta de la Puerta del Sol, en Madrid, absolutamente llena de manifestantes. O la de la Gran Vía desierta y la de la señal de TVE apagándose por obra y gracia de los trabajadores. El 15 de diciembre de 1988, Felipe González no tuvo más remedio que reconocer el «éxito político» de la huelga general para los sindicatos. Cerca de ocho millones de personas (el 90% de la población activa) secundaron el paro contra el plan de empleo juvenil del Gobierno y su política económica. La demanda eléctrica se hundió un 25%. Las calles, el tráfico y las obras se paralizaron. Ningún establecimiento comercial abrió sus puertas al público, como se puede ver en esta imagen de El Corte Inglés. Las fábricas, los institutos y las universidades se vaciaron de alumnos. La mayoría de los periódicos (incluido ABC) no llegaron a los quioscos. Y la única televisión que existía, Televisión Española, se fue a la carta de ajuste tras un oportuno apagón consentido por la entonces directora general de RTVE, Pilar Miró. Felipe González, al que llamaban «franquista» en esta pintada del 14-D, llegó a asumir públicamente «el duro golpe que suponía para el Gobierno socialista»: cerca de ocho millones de personas (el 90% de la población activa) y tres millones de estudiantes habían secundando el paro contra su plan de empleo juvenil y su política económica, con el apoyo de los sindicatos y todos los partidos, tanto de derecha como de izquierda. Desde entonces, Felipe González ya como expresidente ha ido lanzando una retahíla de excusas hiladas para oscurecer aquella huelga que supuso un punto y aparte en la historia del movimiento obrero. El divorcio entre los sindicatos y el segundo Gobierno socialista, en todo caso, venía de lejos. En concreto, desde que en 1985 Felipe González planteó la primera reforma en profundidad de las pensiones en democracia. El Gobierno dio marcha atrás en sus protestas y concedió a los sindicatos las reivindicaciones que habían llevado a la huelga: la retirada del Plan de Empleo Juvenil, incrementar la cobertura de desempleo hasta el 48% o equiparar, entre otras medidas, la pensión mínima al salario mínimo interprofesional.