39º Congreso Federal del PSOE

Ensalada en el plato y hielo en la mirada

El mensaje de Felipe González desde Colombia sonó más al pésame a un vecino

Pedro Sánchez a su llegada al 39º Congreso Federal del PSOE EFE
Mayte Alcaraz

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Que viene alguien. Dice una señora cargada de rosas de papel y cuadernos colorados que se venden junto a memorias USB, pulseras y abanicos de «merchandising» en el hall de entrada del Palacio de Congresos de Ifema. Son las once menos diez y el que llega es Pedro Sánchez. Se acaba de hacer un vídeo con los líderes de Comisiones Obreras y UGT, y Zapatero, antes de caminar, junto a Cristina Narbona, Adriana Lastra y José Luis Ábalos, camino del trono de Frozen. Dentro le espera un aplauso caluroso de los delegados pero decenas de sonrisas a punto de congelarse de tan impostadas: en la fila 12 está Susana Díaz, que parece repetir lo de «dientes dientes» de su paisana Isabel Pantoja, y en la primera, pero a distancia, Javier Fernández y Mario Jiménez, el presidente y el portavoz de la Gestora que se las prometieron felices y han terminado consagrando a Lampedusa: que todo cambie para que todo siga igual. Es el Congreso de las risas contenidas. Es más, casi ninguno de los enemigos y sin embargo compañeros se miran a los ojos. Sánchez y Zapatero se dan un abrazo sin que ninguno de ellos se asegure de que a quien está saludando es al que toca. Tampoco Rubalcaba ha echado la casa por la ventana en cuanto a alegría se refiere. Ni Almunia. Todos han cumplido, todos están allí, como prometieron, pero reclamando al reloj que dé la hora del almuerzo.

Hay un exdirigente socialista que bromea con la temperatura ambiente: «Mejor, así combatimos el calor de Madrid». Porque fuera, a las puertas del Palacio de Congresos, se ha dado cita todo el sofoco que falta en el Pleno. Por eso, como en las clases insufribles de la Facultad, lo bueno está en los pasillos, donde habla y habla Juan Fernando López Aguilar. O donde reparte besos María González Veracruz, que fue mamá no hace mucho. O donde imparte doctrina José Borrell. En la cafetería uno puede encontrarse al PSOE de la tarjeta dorada de Renfe. Por ejemplo, a Pedro Castro, el que fuera alcalde de Getafe que tan buenos momentos dio al sectarismo patrio cuando llamó «tontos de los c...» a los votantes del PP. Casi diez años después lidera una tertulia en el bar del Congreso sobre la que le está cayendo a su partido.

EFE

Primarias en el bar

Como la nueva dirección socialista es muy de primarias, en el bar no ha quedado otra que colocar un buffet para que cada uno se sirva lo que quiera. Como la militancia que resucitó a Pedro Sánchez. Por 16,50 euros el menú oferta ensaladas, judías salteadas y pasta boloñesa, de primero; y ragout de ternera o bacalao a la vizcaína (esto debe ir por el arrepentido Patxi López) de segundo. Antes de elegir llega la voz que todo el mundo oía y Sánchez confinó al Altiplano: Felipe González. Desde Colombia, el expresidente manda un saludo breve que bien podría haber sido el pésame a un vecino en el ascensor de casa.

En la fila 12, Susana Díaz, incómoda, parecía repetir para sí aquello de «dientes, dientes»

Si el secretario general, con la Ejecutiva hecha a su medida, y el Comité Federal confeccionado para que le siente bien, se había mostrado conciliador en las últimas semanas con los notables, la respuesta también fue con las hechuras de un compromiso social. Ahí estaba el presidente aragonés, Javier Lambán, al que el número tres del PSOE, José Luis Ábalos, había mandado minutos antes, eso sí con mucha educación, «a lo suyo», junto a Ximo Puig, para que no se crean que el monte socialista va a seguir siendo orégano. Muchos de los históricos, no obstante, conceden a Ábalos un perfil moderado que bien podría servir de pegamento a este socialismo que, pese a la etiqueta derrochada ayer, sigue partido en dos a la espera de cuál será el traje que vestirá Sánchez a partir de esta semana, cuando se reúna con su grupo parlamentario para trazar la estrategia contra el Gobierno pero, sobre todo, contra (o con) Pablo Iglesias.

En los pasillos, los barones insistían ayer en la necesidad de aclarar el concepto con el que juguetea el resucitado secretario general sobre la «plurinacionalidad de España». Más allá de los buenos deseos y la necesidad de «remar todos juntos», los dirigentes territoriales a los que dejó en la cuneta política siguen sin creer en la «paciencia» de Sánchez para esperar a conformar una alternativa de izquierda que enfrentar al PP en las próximas elecciones, sin buscar antes a la desesperada una alianza para una moción de censura. Por sus obras les conoceréis, sostenía un barón tras un menú de 16,50 euros.

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