El oasis catalán
Enfermos de pasado
En un acto de campaña celebrado en Lérida, Raül Romeva afirmó que «no nos hemos de encerrar en nosotros mismos». ¿Un lapsus freudiano?
Visto
Unas palabras de Raül Romeva –ex Minister of Foreign Affairs de la Generalitat de Catalunya (?)– definen lo que ha sido el «proceso». En un acto de campaña celebrado en Lérida, Raül Romeva afirmó que «no nos hemos de encerrar en nosotros mismos». ¿Un lapsus freudiano? En cualquier caso, el exconsejero evidencia –lógica aristotélica de primer orden– que están encerrados en un MUD (Calabozos para Usuarios Múltiples); esa realidad virtual en la que se introducen una serie de personas que construyen un mundo a su medida. Solipsismo secesionista.
Leído
Una característica del secesionismo: el Nosotros catalán frente al Ellos español. Un ejemplo. Nosotros: O.C. –catalana de nacimiento– estuvo en Bruselas, «ilusionada y convencida», con «los ojos brillantes», «lágrimas, sonrisas y gritos», «L’Estaca y Els Segadors», «democracia y libertad», «todos sabrán que somos un país pequeño que late con fuerza». Ellos: I.A. –gaditana y líder en Cataluña de un partido constitucionalista– afirma que «Cataluña no se puede permitir cuatro años más de proceso». El Nosotros –una expresidenta del Parlament– responde: «Pues, ¿por qué no vuelves a Cádiz?». Sigue la «frontera interior» de un romanticismo alemán que brindó sus ideas al irracionalismo europeo de tan triste memoria. La exclusión. El fatalismo de la tribu.
Observado
El filósofo catalán José Ferrater Mora, en sus «Reflexiones sobre Cataluña» (1955), escribe lo siguiente: «No es, pues, conveniente olvidar que el pasado ha de ser efectivamente el pasado en lugar de convertirse en el reflejo de cualquier melancólico recuerdo. Si no lo hacemos, caeremos enfermos de pasado y nos será difícil curarnos de tan traidora enfermedad». Hoy, el secesionismo catalán está enfermo de un pasado que jamás existió. Por decirlo a la manera de John Elliott, el nacionalismo populista catalán padece el «síndrome de la nación elegida» y de la «víctima inocente». El nacionalismo lo padece y los ciudadanos lo sufrimos.