La otra mirada desde la sala
Emulando a Mortadelo
El espionaje de los Mossos a las Fuerzas de Seguridad del Estado rozó el esperpento, pero es algo más que una anécdota

Los Mossos que espiaron a las Fuerzas de Seguridad del Estado el 1 de octubre bien podrían haber pertenecido a la TIA, la agencia para la que trabajaban Mortadelo y Filemón, los personajes del genial Ibáñez.
Varios miembros de la Policía Nacional declararon ayer en el Supremo que detectaron a una pareja que vestía con botas y chaquetones en las inmediaciones de un colegio de Barcelona. Llevaban un radioteléfono por el que hablaban y se les veía las porras bajo la ropa .
Los dos agentes pretendidamente secretos se subieron a un coche con una matrícula de la presidencia de la Generalitat y siguieron los desplazamientos de las comitivas judiciales. Confirmando que la realidad supera la fantasía, ni Mortadelo hubiera tenido un comportamiento tan torpe y poco profesional porque se supone que la primera obligación de un espía es pasar desapercibido.
Según el testimonio de un comisario de la Policía Nacional, los Mossos utilizaron la llamada Clave 21, de naturaleza reservada, para informar de los movimientos de la Policía y la Guardia Civil aquel día. Y algunos de los hombres de Trapero se disfrazaron de agentes 007 para vigilar y entorpecer la actuación de las Fuerzas de Seguridad en los centros electorales. No era la primera vez que desde las instituciones de la Generalitat se jugaba a emular a Mortadelo y Filemón porque ya, hace cinco años, Albert Rivera denunció que Artur Mas estaba obsesionado con crear un agencia catalana de espionaje al margen de la ley.
El periódico británico «Financial Times» publicó un reportaje en 2017 en el que reproducía el testimonio de un agente que aseguró que la Generalitat había encargado a un grupo parapolicial espiar las actividades de políticos, abogados, jueces y periodistas, una práctica denunciada por el PSC en su día.
Han surgido algunos indicios, aunque sea imposible probarlo, de que esos servicios secretos catalanes actuaron para boicotear las ordenes judiciales que intentaban impedir la consulta. Y también de que llevan años operando en la sombra con el pretexto de la necesidad de contrarrestar las acciones de la llamada Policía Patriótica, de la que hay sospechas de que realizó informes para desacreditar a los independentistas.
El problema de quienes recurren a las cloacas del Estado con fines políticos es que es imposible borrar los rastros. Y los testimonios de estos días han servido para mostrar la punta de un iceberg policial catalán que tal vez tenía algo que ver con la «War room» de la que hablaba Jové en esa agenda incautada que parece digna de Mortadelo.