Voto rogado

Así votaron los españoles en el extranjero en el 20-D, y este es su papel en el 26-J

La dependencia de otros sistemas postales, la brevedad de los plazos y la burocratización hacen del «voto rogado» una carrera de obstáculos

La participación de emigrantes españoles ha descendido desde el 30% hasta el 5%

ESTHER BLANCO y Nieves Mira

Si la movilización de las pasadas elecciones consiguió que la abstención bajara desde un 31% en 2011 hasta el 26,8% el 20-D , fue gracias a una campaña que consiguió activar a determinados sectores de la sociedad desencantados con la situación actual. Sin embargo, este aumento de la participación no se vio reflejado en el voto exterior, a pesar de que los nuevos partidos sabían de la importancia que tendría una cantera de votos que rozaba los dos millones de personas. Los españoles que viven en el extranjero deben someterse a una carrera de fondo para que su voto llegue al recuento de unas elecciones . Un proceso que, debido a unos plazos cortos y muy burocratizados, ha ido mermando la participación en todos los comicios desde la implantación del «voto rogado» en 2011.

2008 fue el último año en que se registraron unas cifras de voto exterior altas en unas elecciones , que siempre ha rondado entre el 20 y el 35% . En esa ocasión votaron 384.154 de los españoles que residían fuera, un 32% de los que tenían derecho a hacerlo. Para las siguientes elecciones, en 2001, la entrada en vigor del «voto rogado», promovido por el PP, el PSOE y los nacionalistas de CiU y PNV para acabar con el fraude en el voto emigrante, hizo que las cifras descendieran drásticamente y este tipo de participación ni siquiera llegó al 5%. En los comicios de 2015, los nuevos partidos dirigieron parte de su campaña a estos españoles que, en la mayoría de ocasiones, tuvieron que irse fuera del país para encontrar un futuro mejor. Y la participación del 20-D subió, pero solo hasta el 8% de los 1,8 millones de españoles censados (151.061 votos). Lejos quedaban ya las cifras de antaño.

El «voto rogado» apareció por primera vez en unas generales en las de 2011 , cuando entró en vigor la última modificación de la LOREG (Ley Orgánica del Régimen Electoral General). Desde entonces, los españoles que se encuentran residiendo en el extranjero deben solicitar su participación a cada Junta Electoral. Entre 1978 y 2011 no existía este requerimiento. Cada oficina electoral se encargaba de remitir a cada ciudadano inscrito en el consulado su voto, sin necesidad previa de que este lo solicitara.

Otra de las reivindicaciones de los españoles ausentes es la de crear una circunscripción exterior que los represente . Por tamaño, esta equivaldría a la población con derecho a voto en Murcia y en Aragón. Entre ambas comunidades suman 23 diputados electos. Solo con estas cifras se puede comprender el vuelco que podrían dar a unas elecciones decisivas los votos de los residentes en el extranjero.

De 2008 a 2011, cuando entró en vigor el «voto rogado», la participación exterior bajó desde el 32% al 4,95%

Quizá por el tamaño de esta masa de votantes, por las numerosas quejas que se reciben desde el extranjero tras cada cita electoral o por el momento electoral actual, el consenso parece que ha llegado a los partidos, a favor ahora de modificar unos procedimientos que creen injustos incluso aquellos que lo propusieron. El pasado mes de abril, el pleno del Congreso acordó –por unanimidad– crear una Comisión de Investigación sobre el «voto rogado» . Al no haber investidura ni Gobierno, la propuesta quedó sin efecto , pero la iniciativa evidenció las diferencias entre partidos; ninguno estaba dispuesto a reconocer la existencia de responsabilidades políticas. Desde el PP, por ejemplo, se señaló que el problema principal se debe a un problema con los plazos de esta ley y de los sistemas postales extranjeros. Ahora la cuestión se ha convertido en otro argumento electoral y partidos como el PSOE incluyen entre sus promesas de campaña derogar el «voto rogado», algo que Pedro Sánchez ha reiterado en numerosas ocasiones.

Ya antes, en 2014, desde el grupo mixto del Congreso se había intentado impulsar una iniciativa no de ley que modificase los mecanismos del «voto rogado». Para entonces, varios partidos políticos y organizaciones sindicales ya habían manifestado su oposición a este sistema de voto que no había hecho otra cosa que desentivar la participación.

El (largo) camino hasta la urna

El primer requisito que debe cumplir una persona migrada es estar inscrita en el consulado respectivo del lugar de residencia y hacer público y manifiesto el derecho de voto. Así, se solicita a la Delegación Provincial de la Oficina del Censo Electoral, que remite a la dirección del elector las papeletas y sobres de votación. Los sistemas postales de algunos países, además, hacen que el proceso se conviertaen una verdadera odisea, retrasando las entregas y dejando fuera de plazo el voto. Una vez notificado y si desea votar en urna, debe ir a la oficina o sección consular en que está inscrita y votar.

Los españoles que residen fuera se quejan de unos procedimientos complejos y unos tiempos tan cortos que muchas veces les hace imposible votar. Muchos de ellos, para el 20-D tuvieron que recorrer cientos de kilómetros para llegar al consulado más cercano; otros se quejaron de que el día de la votación tuvieron que hacer colas de hasta cinco horas para depositar el voto dentro de la urna.

Aún así, el 26 de junio volverán a abrirse . Todos aquellos que lo hayan conseguido llegar al final de esta carrera de obstáculos podrán depositar el sobre, igual que a cientos o miles de kilómetros harán sus compatriotas. Los países con mayor número de emigrantes españoles con derecho a voto, esta vez, son Argentina (397.762) y Francia (198.183). Por su parte, las comunidades con mayor número de residentes fuera con derecho a voto son Galicia (443.566) y Madrid (263.955).

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