Manuel Marín - ANÁLISIS
La duda de Sánchez
Sánchez necesita transmitir al votante huido del PSOE el mensaje de que él lidera la izquierda y que Iglesias empieza a convertirse en un simulacro fantasmagórico.
Algo ha conseguido Pedro Sánchez sin siquiera haber clausurado el congreso federal de entronización: sembrar la duda, generar incertidumbre y reavivar el espíritu de aquella investidura fallida en la que Podemos y Ciudadanos se negaron a pactar para ponerse al servicio del PSOE. Sánchez ha expresado su intención de hacer el «máximo esfuerzo» por aglutinar una mayoría que permita desalojar a Mariano Rajoy de la Moncloa. Pero ese «máximo esfuerzo», leído en su textualidad, no es más una declaración de intenciones, un anuncio que no tiene por qué conllevar un compromiso expreso ni fecha concreta. Un fuego de artificio sin mayor recorrido.
No será fácil que Sánchez intente una moción de censura. Algo ha aprendido en ese periodo de frustraciones políticas y personales que le abocaron a una travesía en el desierto. Pablo Iglesias no es fiable, el PSOE tiene capacidad para recuperar su espacio porque cada día que pasa es evidente que no es el de Podemos…, y la paciencia se ha convertido para Sánchez en una virtud en política frente a la precipitación y la ansiedad del poder a toda costa. El PSOE percibe en sondeos internos un progresivo desgaste de Podemos y no procede cometer más errores acelerados.
Tampoco ayudaría al nuevo Partido Socialista someterse a las exigencias de ERC, de Bildu o de otros partidos extremistas. El coste de coadyuvar a la ruptura de España, las cesiones políticas a grupos que pretenden erradicar las bases de nuestro sistema, y gobernar bajo una sumisión absoluta del radicalismo irracional está causando desoladoras consecuencias a Puigdemont con la CUP. Sánchez necesita transmitir al votante huido del PSOE el mensaje de que él lidera la izquierda y que Iglesias empieza a convertirse en un simulacro fantasmagórico.
La credibilidad no reside en el histrionismo, y Sánchez ya no parece dispuesto a experimentos contra natura que terminarían por reproducir un cisma emocional en el PSOE que persistirá durante meses.
Lo sostuvo Ábalos en la moción de censura: mucha mano abierta a Podemos, mucho teatro de colaboración frente a la derecha corrupta… pero Sánchez quiere ganar elecciones, no mociones. A su vez, a medida que transcurren los meses de legislatura, Rajoy está fortaleciendo los vínculos con partidos como el PNV o Coalición Canaria indispensables para el PP. Hay vocación de estabilidad y de no provocar una ruptura abrupta de la legislatura. Solo la amenaza de una grave pulsión social de rebelión y sedición en Cataluña alteraría los planes de Rajoy. Sánchez pretende ahogar a Rajoy poco a poco, no derrocarlo si el precio es la separación de Cataluña.