Diez años de la derrota de ETA: Lluvia fina nacionalista en Navarra

La Comunidad foral es el ‘objeto del deseo’ del nacionalismo. Los asesinatos de ETA actuaban allí como vacuna; sin la banda, el rechazo social ha disminuido

¿Quién fue la primera víctima de ETA?

Un guardia civil patrulla frente al bar donde fueron atacados dos compañeros y sus parejas en 2016 JAIME GARCÍA

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Si ETA utilizó las armas , entre otras cosas, para conseguir su objetivo de anexionar Navarra al País Vasco, sus herederos, la Izquierda Abertzale, ahora en connivencia con el nacionalismo más moderado de Geroa Bai, basan su estrategia en tres herramientas muy distintas: la lengua, la cultura y la educación . El fin es el mismo, pero la derrota sin paliativos de la banda, y el recuerdo de los asesinatos, el miedo y la extorsión que siguen muy vivos en la Comunidad foral les aconsejó cambiar de perfil.

«Piensan lo mismo que antes; no hacen una condena explícita de la violencia terrorista y equiparan a las víctimas , como si fuera igual un etarra que murió en un enfrentamiento con las Fuerzas de Seguridad que asesinar a sangre fría a los que pensaban distinto que ellos... No quieren las instituciones, es evidente, pero las utilizan», explican fuentes de la seguridad del Estado.

Diez años después de la desaparición de ETA la convivencia en Navarra es mucho más sencilla y la vida social está, en general, normalizada, aunque hay matices importantes en función de los territorios. La Ribera siempre ha sido más ajena a la tensión nacionalista y en Pamplona, como en las capitales del País Vasco, la porosidad social es mucho mayor. «Hay mucha más gente que asume con naturalidad la presencia del Estado, y al nacionalismo más moderado no le interesa que haya crispación en las calles , porque en ese terreno sus competidores de Bildu se mueven mucho mejor», analiza un especialista en Inteligencia.

Caso Alsasua

Pero esta realidad no oculta que hay zonas rurales –Alsasua, Echarri Aranaz, Leiza, por poner solo unos ejemplos– en los que la presión social se mantiene con la misma intensidad. Quizá la primera de las poblaciones, después de la brutal paliza propinada en 2016 por proetarras a dos guardias civiles y sus parejas en plenas fiestas de la localidad, y la posterior elevación a ‘mártires’ locales de los agresores, sea el ejemplo paradigmático de ello. Pero ese clima espeso contamina otras poblaciones, algunas próximas a Pamplona. «Esos pueblos están dominados por Bildu, que impone sus reglas . Se ponen ‘gaztetxes’ (centros sociales) a disposición de los jóvenes para que se reúnan y allí los adoctrinan, convirtiéndose esos locales en focos de retroalimentación y odio a lo español».

En esas poblaciones se impone el silencio que nace del miedo. El ciudadano no se significa porque si lo hace sabe que puede tener problemas. Hay una dinámica clara de intolerancia, que en ocasiones incluye brotes de violencia, como ya se ha visto en varias ocasiones. La Brigada de Información de la Jefatura Superior de Policía de Navarra, por ejemplo, detuvo en mayo pasado a diez individuos que formaban un talde de kale borroka adscrito a la denominada Gazte Koordinadora Sozialista-GKS, organización juvenil del sector disidente más radical de la Izquierda Abertzale que simpatiza con Amnistía Ta Askatasuna (ATA).

Estos individuos atacaron cinco sucursales bancarias y dos comercios, cruzaron y quemaron contenedores y agredieron con piedras y otros objetos contundentes a la Policía durante distintos altercados. Todo ello de una forma organizada y con una perfecta planificación de guerrilla urbana . El caso no lo llevó la Audiencia Nacional al no ver un delito de terrorismo. Cosa de los nuevos tiempos, porque hace diez años no hubiera habido dudas. «Este tipo de episodios se van a repetir», vaticinan las fuentes consultadas, que sin embargo no ven probable la vuelta a los asesinatos: «No les son útiles, provocarían rechazo social».

Solos

En Navarra, como en el País Vasco y Cataluña, hay otra asignatura pendiente: la protección de quienes apuestan por la defensa del Estado y la Constitución . «Si no los protegen las propias instituciones, ¿quién lo va a hacer? ¿Cómo no se van a reprimir los ciudadanos a la hora de expresarse? ¿Cómo no van a ceder el espacio público si se sienten abandonados? Es evidente que hay reticencias a expresarse políticamente, porque si alguien lo hace lo presionan. Y sabe que está solo ante eso».

En el nacionalismo navarro, aunque hay comunión de objetivos, también hay matices. Geroa Bai ha aprendido de sus homólogos del PNV y no se enfrenta ni a Bildu ni al Gobierno. Pero mientras, introduce el euskera en todos los ámbitos posibles y continúan con sus mensajes ambiguos. A imagen y semejanza de Arzalluz –«unos mueven el árbol, otros recogen las nueces»- deja a la Izquierda Abertzale el trabajo sucio mientras muestra su mejor cara para continuar con su estrategia de penetración en la sociedad.

El paulatino repliegue de la Guardia Civil de Navarra, con pérdida de competencias como Tráfico en favor de la Policía foral, y el temor a que con la Policía Nacional se haga un movimiento similar, no invita precisamente al optimismo, tal como reconocen fuentes de los dos Cuerpos. Desarmar al Estado, hacer que sea prácticamente invisible, supone dejar espacios libres, y el nacionalismo es experto en ocuparlos, añaden.

Banderas

«Están haciendo inversiones muy fuertes en la Comunidad, sobre todo en lengua y educación, maniobran para que el euskera sea un requisito para acceder a la función pública, apoyan todo tipo de actividades culturales, crean ikastolas... Si consiguen controlar a partir de ahora los sindicatos, las administraciones públicas locales y autonómicas y entran en la Policía autonómica no habrá quien los pare », advierten los expertos consultados.

Es interesante, además, ver cómo enarbolan todas las banderas que consideran rentables para su causa –el ecologismo, el feminismo, la defensa de los animales...– como forma de ganar adeptos. En la Ribera, claro, lo tienen muy complicado, porque en esa zona la sociedad rechaza lo euskaldún. «Pero no se desaniman, van a insistir en su estrategia hasta conseguir su objetivo, la entelequia de una Euskalherria unida».

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