Díaz heredará un partido diezmado y una coalición pendiente de integración

Tendrá que sustituir tanto en Podemos como en UP a una figura incuestionable. Deberá liderar el partido sin ser inscrita y ser candidata de la coalición, donde su único vínculo es el PCE y después de haber abandonado IU.

Yolanda Díaz y Pablo Iglesias durante la campaña de las elecciones gallegas

Gregoria Caro

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El vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, anunció su salida del Ejecutivo entregándole la vicepresidencia a Yolanda Díaz y señalándola como «la próxima presidenta del Gobierno». El líder de Podemos lleva tiempo sugiriendo que su intención es dejar la política en los próximos años y no ser el presidenciable de Unidas Podemos (UP) en las siguientes elecciones generales. Su partida del Ejecutivo es también el primer movimiento hacia la salida de la Secretaría General de Podemos.

Una situación sobrevenida por el terremoto político desatado con la moción de censura en Murcia. El horizonte sin comicios que el Gobierno de coalición pensaba que tenía por delante iba a servir para trabajar gradualmente en este escenario futuro. Ahora, todo cambia. El mensaje oficial de PSOE y UP es que la legislatura continúa. Pero a ninguno se le escapa que las urnas del 4 de mayo en la Comunidad de Madrid pueden provocar un adelanto de las generales. Así que Iglesias ya ha tomado su decisión y situado a Díaz en la mejor plataforma de despegue: la Vicepresidencia. Las tensiones en La Moncloa podrían desembocar en una ruptura .

«Es ya la mejor ministra de Trabajo de la historia de nuestro país —dijo Iglesias—. Creo que digo algo que sienten millones de personas de izquierdas en toda España si digo que Yolanda Díaz puede ser la próxima presidenta del Gobierno». El mensaje está claro. No es solo su beneplácito; le está entregando el bastón de mando. Sin embargo, hay un matiz importante. Iglesias habla de ella como candidata pero no le encomienda responsabilidades orgánicas. Díaz milita en el PCE y no en Podemos . Por lo que aún está por ver cómo podría producirse un relevo en la dirección y cómo podría ser elegida candidata al Gobierno por los inscritos.

El portavoz de UP en el Congreso, Pablo Echenique, admitió esta semana en una rueda de prensa que todavía no tienen ni idea de cómo hacerlo. «Estamos concentrados en ganar la Comunidad de Madrid», respondió. Pero sí que descartó la posibilidad de una bicefalía entre Iglesias y Díaz porque insiste en que la «unidad de acción» está garantizada entre ellos por su buena «sintonía». Por el momento, no hay una pauta y no se estudiará hasta después de las autonómicas. Díaz no milita en Izquierda Unida. Solo mantiene su carnet del Partido Comunista, integrado en IU, que a su vez forma parte de la marca electoral Unidas Podemos. Preguntado por esta incógnita, Echenique dejó claro los buenos engranajes: «Este espacio político trabaja con una enorme unidad de acción».

En los últimos años, IU y el PCE han ido dando pequeños pasos para extender UP más allá de un pacto electoral y hacia una fusión orgánica. En octubre, la Coordinadora Federal de IU, máximo órgano ejecutivo, aprobó una propuesta para «democratizar» el espacio. Que la coalición sea orgánica y no solo electoral es un horizonte factible. Algo que daría solución al conflicto de las diferentes militancias.

La decisión de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, de disolver la Asamblea, y la debilidad de Podemos en el territorio, anticipó una empresa que ya estaba decidida 'de facto' por el líder del partido: que el peso de una candidatura a las elecciones generales recayese en la ministra de Trabajo. Ella es la mejor valorada de los cinco nombres morados en La Moncloa. «El liderazgo de Yolanda Díaz era muy obvio», dijo Echenique. También es querida por el electorado socialista y se ganó la confianza de las patronales y los sindicatos a golpe de negociaciones. Y en Podemos todo esto lo saben. «Despierta numerosos apoyos entre votantes de izquierdas» , abundó. Aunque UP tenía pactada una Vicepresidencia Segunda, la dirigente gallega asumirá la Tercera, por detrás de la vicepresidenta Económica, Nadia Calviño. Las dos ministras económicas han sido protagonistas de algunas tensiones en los últimos meses. Sobre todo en lo relacionado con la reforma laboral que UP quiere derogar. Calviño no quería trasladar la imagen de que Trabajo estaba por encima de Economía. Iglesias hubiera estado dispuesto a pelear el orden. Pero fue la propia Díaz quien no quiso abrir otro conflicto. Su estilo está fuera de aspavientos y fanfarria.

Caída contínua

Iglesias intentará salvar Madrid, territorio determinante para el futuro de Podemos. El partido ha perdido representación en todas las asambleas autonómicas del país desde 2014, salvo en dos excepciones. Andalucía, en 2018, donde no se presentó con sus siglas ni colores. Y Barcelona, este febrero, donde mantuvo sus 8 escaños. Los resultados en las elecciones nacionales también han ido empeorando (de 71 a 35 diputados). Pero la entrada en el Gobierno fue un balón de oxígeno.

Si acepta el reto, Díaz heredará una marca desmantelada que tendrá que empezar a construir de cero. Será un lavado de imagen, de planificación. El primer obstáculo será superar el personalismo de Iglesias y un partido asentado en el 'hiperliderazgo' donde se ha purgado o apartado a todo sospechoso de ser crítico. Ese 'culto al líder' forma parte del ADN de estructura y bases y un relevo podría desbaratarlo. Díaz tendrá que manejar un aparato fiel a Iglesias y del que ella no forma parte . Y aglutinar una coalición para la que la figura de Iglesias es incuestionable.

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