Cataluña

El desafío soberanista: el diálogo como coartada

Mas aceleró el proceso soberanista después de las reuniones que mantuvo con Rajoy

Rajoy y Mas durante su encuentro el 30 de julio de 2014 en La Moncloa ÓSCAR DEL POZO

ÀLEX GUBERN

Nadie esperaba mucho de la reunión de ayer entre Mariano Rajoy y Carles Puigdemont, aunque lo previsible es que, al menos por parte catalana, las consecuencias se dejen notar en las próximas semanas. Si se cumple el guión y el presidente Puigdemont sigue la pauta marcada por Artur Mas en sus reuniones con el presidente del Gobierno en los últimos años, no es descartable en Cataluña un acelerón del «proceso». Sucedió en 2012 antes de que Mas adelantase los comicios tras la primera Diada multitudinaria, y sucedió en 2014 con motivo de la consulta soberanista del 9 de noviembre.

Sería, en cualquier caso, una autoenmienda del ejecutivo de Puigdemont al guión que se ha fijado su ejecutivo, y que el presidente catalán resumía el martes en su comparecencia previa a la reunión de ayer, explicando que no era partidario de generar «ruido» innecesario. La tesis, explicada como un mantra, es que de lo que se trata ahora es de, sin estridencias ni provocaciones gratuitas, armar de manera discreta las «estructuras de estado» que dejen Cataluña en el umbral de la nueva república.

Está por ver si Puigdemont cumplirá con este ejercicio de autocontención o, por contra, siguirá con el modelo que de manera reiterada practicó Mas, que siempre uso sus reuniones con Rajoy como pretexto o coartada para imprimir un arreón a su proyecto rupturista. El ejemplo más claro sucedió tras el encuentro que mantuvieron el 20 de septiembre de 2012. No habían transcurrido ni diez días de la celebración de la primera Diada soberanista -con una masiva manifestación que desbordó todas las previsiones- que Artur Mas acudía a La Moncloa reivindicando en apariencia la demanda de una nueva financiación, el pacto fiscal. Rajoy se comprometió a revisar la financiación, pero negó a Cataluña un trato diferencial.

Deslealtad

La valoración de Mas tras el encuentro -por primera vez desde el centro Blanquerna, y no en La Moncloa, como era costumbre- ya hizo prever que la demanda de pacto fiscal, y la previsible respuesta del Gobierno, eran más bien un pretexto para poner en marcha el «proceso». Cinco días después del encuentro con Rajoy, Mas anunciaba en el Parlament que la maquinaría se ponía en marcha: «En momentos excepcionales, decisiones excepcionales» . Mas adelantó las elecciones, y el 25 de noviembre CDC -en ese momento aún junto a UDC en la federación CiU- sufría el primer revolcón electoral.

La misma pauta se siguió tras las reuniones del verano de 2014 -la del 30 de julio pública, la del 29 de agosto secreta, además de otros contactos telefónicos-, en lo que entonces parecía que era un momento de distensión y acercamiento pese a la intención de Mas de convocar la consulta soberanista del 9-N. «Solo sé que Mas ha dicho que no hará nada ilegal» , aseguraba Rajoy tras la primera de las reuniones, cuando aún se confiaba en reconducir el desafío.

Luego, en lo que el presidente del Gobierno entendió que fue un acto de deslealtad, una traición, la filtración por parte catalana de la reunión «discreta» del 29 de agosto, y la decisión del ejecutivo catalán de sacar adelante la consulta pese a la suspensión del TC, volvieron a demostrar que las reuniones de Mas en Madrid han sido en la mayoría de casos únicamente un prólogo para justificar nuevos pasos adelante en la ruptura con España.

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