Salvador Sostres
Democracia «low cost»
Convergencia tiene exactamente lo que merece: un partido que agoniza, devorado por Esquerra, y un gobierno sin presupuestos bombardeado por la CUP .
Esto es lo que pasa cuando te vas del centro: que te destruyen. Destruyes tú el orden y la convivencia; y los extremos, mucho más acostumbrados a hacer el bestia, te machacan con su dialéctica incendiaria.
La cuestión de confianza a la que Carles Puigdemont se someterá en septiembre es otro patético intento de Convergència por aferrarse al poder, porque la única manera que tiene el «president» de permanecer en su cargo es que ERC se vea obligada a votarle por la dinámica parlamentaria, todavía vigente, de Junts pel Sí. Puigdemont sabe que un anticipo electoral, con cada partido presentándose por su cuenta, significaría la más que probable victoria de Oriol Junqueras , de modo que la democracia que tanto le exige a Rajoy en nombre del supuesto derecho de decir de los catalanes, él es el primero que nos la regatea, negándonos las urnas cuando es evidente que su proyecto ha fracasado y que su gobierno no tiene mayoría ni para aprobar las cuentas.
Aquella arrogancia de Mas diciendo que había ganado unas elecciones que todo el mundo vio que había perdido; y la chulería provinciana de Puigdemont, que no es más que una tieta afectada de Gerona, diciendo que el independentismo sabía hacer las cosas bien en contraposición a una España que se veía abocada a repetir las elecciones; se vuelven ahora una intensa parodia del catalanismo, que nunca ha tenido una articulación política exportable y que en todos sus propósitos ha querido siempre dar lecciones pero ha hecho siempre el ridículo.
Es un misterio si la CUP se acobardará -o se romperá- ante esta penúltima pantomima convergente de la cuestión de confianza; o bien liquidará a Puigdemont tal como se cobró la cabeza de Mas y se ha ventilado los presupuestos. Lo que es seguro es que una Convergencia descentrada, histérica y acorralada tiene miedo de los catalanes y recurre a esta democracia «low cost» de la cuestión de confianza, asegurándose el voto favorable de ERC, y asegurándose, sobre todo, de que los catalanes no tenemos la posibilidad libre y democrática de elegir a nuestro presidente.
El auge electoral del radicalismo, tanto en Cataluña como en el conjunto del Estado, ha colapsado nuestro sistema político. Varios cientos de miles de votantes tendrían que hacer alguna autocrítica en lugar de su irresponsable quejarse tanto.
Por lo que al soberanismo respecta, si la independencia es algún día posible será necesariamente con líderes no tan arrogantes, no tan absurdos, y mucho más inteligentes.