La conferencia del fin de ETA acaba sin usar la palabra terrorismo
Los «mediadores internacionales» piden ahora que se excarcele a los terroristas
Los «mediadores internacionales», «facilitadores» y demás personajes que se han movido alrededor de la resolución del supuesto «conflicto» vasco fueron ayer al idílico Palacio de Arnaga en Cambo (sur de Francia) a certificar el entierro de ETA. El problema fue que no había cadáver que sepultar , porque ya el 20 de octubre de 2011 –fecha del final del terrorismo–, la acción de las Fuerzas de Seguridad, los servicios de Inteligencia, la Justicia, la unidad de los demócratas y la ayuda internacional la habían derrotado.
El acto, por tanto, llegó siete años tarde y tuvo el tufillo que siempre han desprendido este tipo de «conferencias internacionales»: un intento de legitimar a la banda , blanquear su final y ponerla al nivel de dos estados democráticos, como son España y Francia. Nada hubo de reproches a los asesinos; tampoco de piedad con las víctimas de los etarras, más allá de un minuto de silencio por «todas» las del «conflicto», como si fueran iguales.
Después de decenas de años de terror, resultaron especialmente llamativas dos cosas: la primera, que los «expertos» no utilizaran en momento alguno la palabra terrorismo y sí términos como «violencia armada», «violencia política» o, aún más repugnante, el de «acciones armadas ofensivas». Es decir; para los firmantes de la declaración de Arnaga, y para quienes con su presencia la respaldaron, deben asimilarse los salvajes atentados etarras con, por ejemplo, las muertes de pistoleros en enfrentamientos con las Fuerzas de Seguridad.
El segundo elemento, no menor, que llamó la atención fueron las reiteradas felicitaciones a ETA –se refieren a ella siempre como «grupo armado»– por haberse disuelto, mientras que los reproches fueron al Gobierno español por no haber negociado, tal como se le había pedido en la conferencia de Ayete celebrada en San Sebastián en 2011.
Entre los asistentes, los de siempre, aunque con alguna baja notable respecto a la cita anterior, como la del ex secretario general de la ONU Kofi Annan . Envió un breve mensaje, lo difundió en Twitter y lo acompañó con una foto de las pancartas que reivindican el acercamiento de presos al País Vasco y de una estelada.
Estuvo, cómo no, el abogado surafricano Brian Currin, perejil en todas estas salsas; Jonathan Powell, asesor de Tony Blair en las negociaciones con el IRA, y Jean René Etchegaray, presidente de la Mancomunidad Vasca, entre otros. Se dio asimismo un papel destacado a «autoridades internacionales» como Bertie Ahern, ex primer ministro irlandés, Cuauhtémoc Cárdenas, mexicano presidente honorario de la Internacional Socialista o al líder del Sinn Fein, Gerry Adams.
En cuanto a los invitados, hubo algunas reapariciones llamativas como la del exjefe de ETA Eugenio Etxebeste, Antxon; el sindicalista-etarra Rafael Díez Usabiaga, excarcelado en agosto pasado, o su compañero Rufi Exteberría, otro duro entre los duros. Arnaldo Otegi no podía perderse el acto, al que también acudió Andoni Ortuzar, presidente del PNV –supuestamente para tomar nota de lo que ocurría–, y Raúl Arza, de UGT... No asistió partido nacional alguno salvo las marcas navarra y vasca de Podemos.
Símbolo del futuro
La declaración final, leída en euskera en los magníficos jardines del Palacio de Arnaga por una joven de Guernica –era un símbolo del futuro de Euskadi, según la organización–, sirvió, de nuevo, para lanzar la misma exigencia que antes habían expresado los oradores: «Están por resolver asuntos importantes –señala el texto– como el de los presos y las personas que se encuentran huídas, y hacen falta esfuerzos duraderos para llegar a una total normalización de la vida cotidiana y política» del País Vasco.
La de los reclusos etarras –más de 300 entre España y Francia– era, en realidad, la reivindicación central del día. El precio que hay que pagar por el fin de ETA. A ellos se refirió Brian Currin, y también Gerri Adams, que pidió al Gobierno un acercamiento de los internos al País Vasco, pero también Bertie Ahern, que los calificó de «presos políticos». Si no se hace, sería una «venganza» del Gobierno español.
En el entierro de ETA hubo, además, sonrisas, abrazos y buen rollo, en dramático contraste con los cientos de sepelios de las víctimas etarras. Cuando todo acabó, los “mediadores” regresaron a sus lugares de origen. Alguien dijo entonces: «Tanta paz se lleven como paz dejan».
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