Cifuentes: «Si hubiera imaginado que el acta era falsa, no se me habría ocurrido difundirla»
El presidente del Tribunal impide por «irrelevante» interrogar sobre la agenda que no se había aportado en instrucción
La expresidenta de la Comunidad de Madrid Cristina Cifuentes ha descargado en la Universidad Rey Juan Carlos «cualquier mala praxis» que se haya podido producir en torno a la obtención del máster que cursó en 2011 y 2012 y ha incidido en que ella ni pidió aquel acta falsificada ni dudó de su veracidad cuando la recibió.
«Si hubiera siquiera imaginado que había una firma falsificada no se me pasa por la cabeza exhibirlo ni mandarlo a los periodistas. Actué de buena fe dando por bueno un documento que me había remitido la Secretaría del rector y que yo no había pedido», ha declarado.
Cifuentes comparece como acusada ante la Sección 15 de la Audiencia Provincial de Madrid que la enjuicia por la falsedad de aquel acta remitida por la Universidad a su departamento cuando en 2018 eldiario.es destapó irregularidades en el máster que había cursado. El documento asegura que un tribunal de evaluación había revisado y aprobado con un notable su TFM .
El documento fue elaborado por la profesora Cecilia Rosado, según ella misma declaró el pasado lunes, por orden del ya fallecido catedrático Enrique Álvarez Conde , que era su jefe; bajo presión de la asesora del Gobierno regional Maite Feito y falsificando las firmas de las dos integrantes de aquel supuesto tribunal una vez saltó el escándalo.
Durante su declaración, Cifuentes se ha desvinculado por completo de la elaboración de ese documento, si bien la Fiscalía la acusa de inducir que se confeccionara para aplacar la crisis mediática que se había desatado.
« Nunca jamás he dicho ni he pedido a nadie que falsifique absolutamente ningún documento (...) Yo no lo necesitaba, tenía mi título que acreditaba que había cursado ese máster y la certificación académica personal sellada que me habían mandado. Y yo desconocía que los trabajos de fin de curso tuvieran un acta», ha asegurado.
En esa presunta inducción, la Fiscalía sitúa a la profesora de la Rey Juan Carlos y en aquella época, asesora de la Consejería de Educación de Madrid, Maite Feito , como el principal engranaje. Ella ya negó el lunes haber recibido o impartido instrucción alguna en este asunto. Cifuentes dice que la conocía porque trabajaba en la Consejería, pero no tenían ni han tenido nunca relación personal . Niega haberle pedido a ella ni a nadie, más gestión que pedir los papeles.
En concreto, pidió a su gabinete que « por favor hablaran con quien fuera en la universidad para que remitieran la documentación acreditativa de que había realizado el máster, específicamente el título, la matrícula y las cartas de pago y una certificación académica personal con las notas obtenidas por cada asignatura». Lo que recibió de vuelta fue esa documentación sin sello -reclamaría en persona y por escrito las copias compulsadas más adelante- y además, el acta falsificada.
La expresidenta ha insistido en que la dio por veraz. « Lo que dice es que se ha reunido un tribunal, no que sea un acta de lectura y defensa de un trabajo de fin de máster. Por eso yo precisamente doy absoluta credibilidad del papel. No solo porque me lo mande el señor rector, sino porque veo que me mandan un acta que dice que se ha reunido un tribunal y ha evaluado un trabajo que yo previamente he entregado . Y me parece correcto. (...) Yo desconozco el tribunal, cuándo se ha reunido y dónde«.
Ya con el tiempo se dio cuenta de que aquel acta contenía un error. El título de su TFM, por lo que ella recuerda, no tenía la palabra «sistema», pero no le pareció ni le parece relevante.
«Yo no defendí el TFM»
A preguntas de la Fiscalía, Cifuentes ha asegurado que el 2 de julio de 2012 acudió a la universidad a presentar el TFM. Afirma que no tenía relación directa ya con el centro universitario pues siendo delegada del Gobierno en Madrid vivía en «una vorágine de trabajo». Todo se tramitó a través de su gabinete y su secretaría y fue por esta vía como supo que en esa fecha debía presentar «presencialmente» el documento.
Según su declaración, lo presentó «encuadernado» en una sala de un despacho ante personas que presumió, eran profesores que después darían traslado a quien fuese competente para evaluarlo.
« Yo no defendí el trabajo. Yo entregué el trabajo y expliqué las líneas generales. Me sorprendió porque fue un acto muy informal. De las personas a quienes les entregué el trabajo y a quienes les expliqué las lineas generales no sé si eran el tribunal. Doy por hecho que eran profesores del máster pero yo no les conocía porque no había asistido a clase y no tenía relación con ellos», ha explicado.
Sí recuerda que «eran dos o tres personas», que entre ellas había un varón -el acta falseada está firmada por tres mujeres- y que Álvarez Conde, con quien afirma que sostuvo toda la interlocución relativa a todas las asignaturas del máster «por teléfono» y a quien hacía llegar los trabajos «en papel» a través de personas de su gabinete «o familiares», no estaba aquel día.
Sobre por qué si había presentado el trabajo aquel mes de julio de 2012 consta en la documentación un documento de matriculación en el mes de octubre, Cifuentes ha asegurado que no reconoce ni ese impreso ni la caligrafía que hay en él. «Han falsificado mi firma», ha asegurado. Tampoco tuvo constancia hasta la instrucción, de que en las mismas fechas se emitió media docena de actas iguales para otros tantos alumnos de cuya situación en el curso, ha dicho, no tuvo nunca conocimiento.
Trabajos en papel perdidos en mudanzas
Cifuentes ha asegurado que también presentó un trabajo por cada asignatura, pues era la condición que le pusieron para cursar el máster de forma no presencial sin que se le pidiera pedir dispensa o presentar convalidación alguna -«si me convalidaron algo sería por decisión de la universidad».
Los ha definido como «trabajos menores» que elaboraba en un portátil de su hija y enviaba en papel, no a los profesores de las materias, sino directamente a Álvarez Conde. No conservó ninguno porque no tenía interés. El TFM, por contra, sí cree haberlo conservado, igual que los borradores previos con anotaciones, pero no ha conseguido encontrarlo.
«Yo he tenido dos mudanzas de domicilio y cinco mudanzas de despacho. Y me he mudado a domicilios más pequeños. Tengo mis pertenencias a día de hoy distribuidas en trasteros, en casa de un familiar... No los tengo. No tengo esos papeles», ha señalado para incidir en que tampoco tiene documentación del resto de su vida académica. « Por no encontrar, no he encontrado siquiera mi primer borrador de tesis doctoral, aunque no lo concluí y constaba de 300 paginas escritas y me gustaría recuperarlo por si lo retomo».
La agenda como prueba
La fecha es controvertida porque Rosado declaró que había fijado ese día por orden de Álvarez Conde, si bien nunca comprobó si aquel día hubo tribunal alguno, lo desconoce. La defensa de Cifuentes ha aportado al inicio del juicio una copia de seguridad de su agenda de aquellas fechas que no había aparecido en la instrucción y que tiene fijado un hueco reservado ese día con el concepto «máster URJC».
El presidente del Tribunal, Luis Carlos Pelluz, no ha permitido a Fiscalía ni la acusación particular interrogar por las razones de la demora en la aparición de esa evidencia: «Los motivos por lo que se aportan las pruebas al procedimiento son cuestión del derecho de defensa. El por qué o desde cuándo se tenga es completamente irrelevante», ha señalado, para protesta del representante de la Rey Juan Carlos.
Las profesoras que no fueron tribunal
Tras la declaración de Cifuentes, ha llegado el turno de las profesoras Clara Souto y Alicia López de los Mozos, cuyas firmas constan en el acta como integrantes de aquel tribunal. Ambas, en calidad de testigos, han negado haber evaluado a la expresidenta madrileña y han explicado cómo colaboraron con Rosado para que reprodujese sus firmas sin ser conscientes ninguna de que eran para levantar un acta falsificada.
Souto, tras describir a Álvarez Conde como una persona «difícil» a la que «no se podía decir un 'no' tajante» y «bastante caótico en la gestión», ha explicado la llamó el día 21 por la mañana y sólo le dijo que había un problema en el master y necesitaba su colaboración. No explicó por qué y ella tampoco preguntó. Por la tarde y en videollamada, Rosado le pidió que le enseñase su firma, dando por sentado que ya sabía de qué iba el tema. Ella se la dio: «Tampoco pensé que fuera para nada que no se pudiera hacer».
Se enteró de la realidad esa noche viendo las noticias y a partir de ahí, tuvo, como las otras dos profesoras, reuniones con Álvarez Conde para pedir explicaciones y exigir que dijese la verdad, que no hubo tribunal. En una de ellas, Conde refirió «presiones de la universidad y de la política», pero según su declaración, no individualizó.
En cuanto a López de los Mozos, se negó a darle la firma a Rosado cuando esta se la solicitó en un primer momento, pero tras conversación con Álvarez Conde y pensando «que estaban haciendo comprobaciones y demás», sí le enseñó la grafía de nuevo, por videollamada.
« Él me dijo que estaban haciendo comprobaciones sobre lo que había pasado y que hiciese lo que me pidiera Celia », ha zanjado. Antes de la reunión en que según Rosado y Souto, él presionó para que mantuviesen la mentira, ella ya había puesto ante notario que nunca participó en aquel tribunal.