Salvador Sostres - Diario de la cuenta atrás
Un chico de la CUP
A veces invito a comer a chicos de la CUP. Jóvenes, sin ningún cargo en el partido pero de alguna manera comprometidos. No para burlarme de ellos, ni siquiera en secreto, como en la «Cena de los Idiotas», sino porque realmente me interesan sus mecanismos intelectuales.
Los encuentro en Twitter o en Facebook. O ellos me encuentran a mí y me dicen que no puede darles más asco lo que escribo ni gustarles más cómo escribo. ¿No es tierno? Hace un par de meses conocí a Pau y le llevé a Gresca. Un chico de familia muy humilde pero educado como un príncipe. En su tono tan amable y hasta cariñoso sus durísimos dogmas sonaban como un arrullo. Me habría podido quedar dormido en sus brazos revolucionarios con la paz de quien no ha leído nunca un libro.
El martes me escribió para decirme que le había gustado tanto Gresca que había estado ahorrando para llevar a su hermano mayor, a quien tanto quiere. Me emocioné como siempre que alguien aprende lo importante y rápido, y le puse un mensaje a Rafa para que les invitara al vino. Y cuando Pau me llamó, con el entusiasmo de las personas por las que merece la pena vivir, para dar las gracias, inevitablemente hablamos del referendo y sus barricadas, de esa rabia que tan hermosa queda en las canciones pero que en la calle sólo es rabia y puede hacer mucho daño, sobre todo a los jóvenes que la profesan con más vitalidad que entendimiento y que no sólo no saben medir sus fuerzas sino que ni siquiera pueden imaginar la poderosa maquinaria a la que van a enfrentarse.
Y le dije, Pau, ¿no crees que es mejor Gresca, lo que te has esforzado ahorrando, invitar a tu hermano, la familia, trabajar y prosperar, ganar más dinero y poder ir también a Disfrutar y a Hoja Santa? ¿Por qué acabar aplastado por el tumulto, herido por los antidisturbios o en la cárcel, pudiendo vivir en la luz?
Pau: apreciaste Gresca con tu alma sensible y has tenido el instinto generoso de compartirlo con tu hermano. Pagando tú, como los hombres hacen.
De esto va la vida y no de lo que tú quieres creer. La alta cocina que tanto te gustó es un refinamiento de La Civilización y la revolución conduce sólo a la barbarie y al hambre. Hay una Cataluña a la que le cuesta reconocerse en lo que le hace feliz y que está tan acostumbrada al agravio que sale de comer en Gresca y en lugar de sentir un irrefrenable deseo de cenar en Tickets, cree que su misión es ir a quemar containers.
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