Manuel Marín

Chapuzas

Manuel Marín

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A los muy cafeteros, ya muy pocos, que confían en una solución de «último minuto» a la catalana para esta legislatura, solo cabe elogiarles el tesón de una paciencia casi enfermiza. Ni los escaños han sumado nunca ni van a sumar. Cuando el Rey dé por concluida hoy la primera sesión de la nueva ronda de consultas no lo hará en la expectativa de que Iglesias, Sánchez o Rajoy aporten ninguna solución mañana. Ya no valdrá que uno de los aspirantes comunique a Don Felipe su propósito de intentarlo, o su intención de aglutinar una mayoría suficiente, porque en esta ocasión ya serían necesarias garantías que no existen y no meras intenciones de ruleta rusa. Hace tiempo que el espectáculo dejó de ser edificante , incluso para los confidentes que todo lo saben, y las urnas son la única solución.

Rajoy lo asume y ya ha avanzado otra vez su impotencia para impulsar una investidura de urgencia. Sánchez llevaba su «no» a una gran coalición tatuado como quien lleva a una morena en el pecho…, y ahora además lo lleva reproducido en la sonora carcajada de Luis de Guindos el viernes, cuando se le preguntó en el Eurogrupo por una alianza del PP con los socialistas. En Europa no dan crédito porque hasta en trece países se han reproducido pactos similares en épocas de vacas flacas y de auge de los extremismos. Pero España es caso aparte.

Iglesias y Rivera, por su parte, andan ya enfrascados en una precampaña repleta de dudas personales sobre el alcance real de una segunda vuelta para sus respectivos liderazgos. La absorción de IU a manos de Podemos no es más que una invasión emocional por fases sobre la base de una perversa trampa ideológica. Y la propuesta de una «vía Monti» refleja el despiste de Rivera... Con su perpetua indefinición es imposible saber cuándo juega de farol y cuándo quiere ser vicepresidente de verdad.

Para los muy cafeteros… siempre queda el poso de una esperanza basada en la idealización de un sistema que, en cualquier caso, y así queda demostrado por el bloqueo institucional y el pasmo ciudadano, es falible e imperfecto, y exige reformas para que este proceso no vuelva a repetirse. Pero en el muy improbable caso de que Sánchez pretenda intentarlo una vez más ofreciendo al Rey unas garantías suficientes que hoy nadie percibe, ya no sería una solución política eficiente y creíble. Sería una suma de escaños virtual, impostada, forzada… Una chapuza. Ninguno de los cuatro candidatos del 20-D es hoy el mismo. Se sabe mucho más de todos ellos y las urnas buscarán culpables. Castigos y premios. No se repetirá una aritmética similar. Pero si a última hora surgiese un acuerdo en forma de extraño engendro, ya nadie creería en él. Sería una marca falsificada, un gobierno de mentira.

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