Cataluña: elecciones en invierno y peligra la mayoría de Sánchez
Torra será inhabilitado en octubre y no hay candidato de consenso en el independentismo
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El Tribunal Supremo admitirá a trámite el recurso del presidente de la Generalitat, Quim Torra , contra la inhabilitación que le impuso el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña . El aforamiento que su cargo le otorga, le causa paradójicamente desventaja judicial, al privarle de la doble instancia para recurrir su condena. El Supremo, conocedor de los precedentes en los que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha reprochado esta limitación, admitirá el recurso de casación de Torra y escuchará sus alegaciones. Tal admisión se producirá antes del verano y la fecha de la vista no irá más allá de la segunda quincena de septiembre o la primera semana de octubre. La sentencia, sin pruebas que practicar y habiendo el propio presidente admitido su desobediencia, se hará pública en cuestión de días.
Siendo ya firme su inhabilitación, Pere Aragonès se convertirá en el presidente en funciones, si antes de su inhabilitación Torra no nombra a otro vicepresidente para que la presidencia recaiga en el candidato de su partido. En este caso, Jordi Puigneró, actual consejero de Políticas Digitales y Administraciones Públicas, sería el elegido. En cualquier caso, se abrirá un plazo extraordinario de primero dos días y luego otros quince para que el Parlament elija a un nuevo presidente. No es plausible que lo consiga: el odio entre Esquerra y JpC es ya irreversible y resulta altamente improbable que la CUP patrocine con su voto «el continuismo autonomista». Entonces, automáticamente, quedarían convocadas unas nuevas elecciones autonómicas en 54 días, que podrían celebrarse entre finales de año y los primeras días de enero.
Puigdemont insta a Torra a no demorarse en nombrar vicepresidente a Puigneró. Torra no quiere parecer el que se rinde, el que acepta su destino, pese a que eligió la desobediencia más «barata» para tratar de crear su martirologio sin pagar casi ningún precio. El «president», además, no participa del odio de Puigdemont a Esquerra –y concretamente a Junqueras–, y no quiere por lo tanto ofender a los republicanos cesando a Pere Aragonès por una estricta lucha partidista.
Esquerra cree que Torra tuvo razón cuando dijo que la legislatura está agotada y cree irresponsable agotar los plazos para escenificar la división en los partidos independentistas. Aragonès, poco amigo de las estridencias y de arriesgar en su estrategia política, se sentiría más cómodo empezando a gestionar la reactivación económica como presidente que teniendo que lidiar con la adrenalina y los golpes bajos de una campaña electoral.
En este sentido, la alianza que propició la moción de censura contra el presidente Rajoy, y que mantiene a Pedro Sánchez en La Moncloa, peligra en lo que depende de ERC, que es mucho. Los republicanos tienen como batalla más crucial recuperar la presidencia de la Generalitat, que no ostentan desde la República, con los presidentes Francesc Macià y Lluís Companys. Y por mucho que puedan pasarse meses vendiendo moderación, que aún es posible un pacto con «España» sin ruptura, y expliquen su oposición a la política de «bloques identitarios» para promover un pacto más transversal con socialistas y Podemos, cuando las elecciones se acercan, su principal y única estrategia es parecer los más independentistas y los más «duros» contra el Gobierno , de modo que no tendrán ningún problema en distanciarse de Sánchez, e incluso en dejarle caer, como ya hicieron en 2019, no votándole los presupuestos, y forzando la convocatoria electoral.
La amenaza de «que viene la derecha» no sirvió entonces ni servirá el próximo otoño, porque los cálculos autonomistas, y cainitas, son los que priman entre Convergència y Esquerra, y como Miquel Iceta le dijo a un alto dirigente republicano en los días previos al confinamiento: «De verdad nos creemos que vais de buena fe, pero hemos aprendido que no podemos fiarnos de vosotros».
El paréntesis de la pandemia ha terminado . El incidente de la semana pasada entre el diputado de JpC, Josep Costa, el más fiel servidor de Puigdemont, y el presidente del Parlamento, el republicano Roger Torrent, fue el detonante que anunciaba el regreso a las hostilidades, al juego sucio y al viejo odio fratricida, que si bien es cierto que nunca desapareció, había quedado dormido ante la emergencia sanitaria. Pese a la pésima gestión de Torra y de la consejera de Salud, Alba Vergés (ERC), no se esperan grandes cambios. Quizá una cierta recomposición interna de cada bloque: Esquerra podría ganar a JpC, aunque no está claro; y es casi seguro el descalabro de Ciudadanos en favor del PSC , del PP (menos) y de la irrupción de Vox .
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