Salvador Sostres - TODO IRÁ BIEN

Cataluña busca su escarmiento

Salvador Sostres

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El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, está decidido a avanzar recto hacia la confrontación con el Estado. Si tiene miedo, lo disimula. Y si sabe qué es un Estado como España, no sólo en sí mismo sino también en el contexto de la Unión Europea, lo disimula también con notable talento

Puigdemont quiere afrontar la cuestión de confianza que se autoimpuso para el mes de septiembre con el argumento único de la independencia, aunque sin entrar públicamente en detalles.

Convergència —ahora el PDC— y Esquerra creen que los independentistas están desanimados, cansados de que les mareen, y son por lo tanto poco partidarias de fiar la suerte de proceso a las demostraciones de apoyo popular. Su idea de la «unilateralidad» se basa en aplicar las «leyes de desconexión» para pasar del ordenamiento jurídico español al propiamente catalán con el menor caos posible. Aunque es un misterio si verdaderamente se atreverán a hacerlo, con este argumento piensan presentarse a las próximas elecciones.

La CUP es en cambio partidaria de una ruptura más contundente y se plantea o bien el RUI (Referendo Unilateral de Independencia) o bien la DUI (Declaración Unilateral de Independencia) ambos ilegales y que harían inevitable la confrontación directa con el Estado, que es precisamente el escenario que tanto tiempo llevan buscando.

Puigdemont, que no tiene la ambición de perdurar en el cargo demasiado tiempo, simpatiza más con la idea de choque directo de la CUP que con las medianías de su partido, mientras que Junqueras quiere vincular la cuestión de confianza a la aprobación de los presupuestos, para ganar tiempo, forzar a la CUP a votar en contra y humillar al presidente con otra derrota, en su afán por sustituirle el año que viene.

Puigdemont calcula una fecha indeterminada entre diciembre y febrero para dar su golpe, en forma de referendo o incluso de declaración unilateral de independencia, pero para ello no cuenta, de momento, ni con el apoyo de los suyos —Neus Munté ya ha dicho que «el referendo no está en la hoja de ruta» y que plantea «dificultades de orden técnico»— ni con el de Esquerra. Es signo de la locura de nuestra era que hoy Puigdemont tenga más miedo de quedarse solo como Ibarretxe que de la respuesta del Estado ante su golpe inminente.

Las cosas en Cataluña empeorarán antes de mejorar, y de una manera o de otra el escarmiento será al final necesario. España tendrá que tener muy bien pensada su respuesta, porque a diferencia de tantas ocasiones en las que el catalanismo quedó reducido a su charlatanería, todo parece indicar que esta vez la va a necesitar.

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