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Castro, el azote contra la corrupción balear

El controvertido instructor del caso Palma Arena y del caso Nóos se jubilará de manera definitiva dentro de dos años

Josep María Aguiló

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En cualquier otro país que no fuera el nuestro, la mayoría de ciudadanos estarían seguramente muy orgullosos de saber que existen fiscales como Pedro Horrach o jueces como José Castro . Pero ya decimos, eso sería muy posiblemente en cualquier otro país. Aquí las cosas son siempre un poco más complicadas o viscerales, por no utilizar otros adjetivos quizás no del todo adecuados para una crónica o un perfil.

[ La investigación de la mafia policial de Palma salpica al juez Castro ]

José Castro ( Córdoba , 1945), ingresó en la carrera judicial a mediados de los años setenta, después de una labor previa como funcionario de prisiones. Tras varios destinos previos, en la década de los ochenta llegó a Baleares, en donde ha ejercido su trabajo desde entonces. Castro empezó a ser conocido a nivel popular sobre todo durante la instrucción del caso Palma Arena , en especial por el toque literario — con un aire quevedesco — de algunos de sus interrogatorios o de sus autos. Uno de sus textos todavía hoy más recordados es aquel en el que afirmaba que el expresidente balear Jaume Matas habría buscado «el beneficio propio sin descartar el ajeno» o que habría comparecido ante la Justicia para «burlarse de los simples mortales».

De joven, Castro era un gran aficionado a las motos, pasión que todavía mantiene, como saben bien quienes trabajan en los Juzgados centrales de Palma y los periodistas que de manera regular «hacen guardia» a la espera de alguna posible opinión o valoración suya. Por esas cosas de que siempre es bueno intentar hacer un poco de ejercicio, también le agrada al juez ir de vez en cuando en bicicleta. El fútbol también le gusta, y su equipo favorito es el Real Madrid , del que también se confiesa seguidor Matas. Seguramente, ese debe de ser el único punto que ambos tienen en común.

Por lo que respecta a Castro y a Horrach , mientras colaboraron juntos en las principales piezas del caso Palma Arena, todo fueron parabienes para ambos. Pero cuando en el último tramo de la instrucción del caso Nóos discreparon sobre si debía imputarse o no a la Infanta, la opinión pública pareció dividirse entonces en dos bandos irreconciliables, el de quienes consideraban malo al fiscal y bueno al juez y el de quienes opinaban justo lo contrario. Y así han continuado desde entonces esas posiciones enfrentadas.

El caso Nóos acabó afectando también a la vieja amistad que mantenían Castro y Horrach, que no sólo ya nunca se recompuso, sino que se fue apagando cada vez más, con cada nuevo escrito o con cada nueva declaración en donde los dos evidenciaban sus grandes diferencias sobre el papel de Doña Cristina en esta causa . La amistad se diluyó quizás ya para siempre, pero nunca el respeto y el reconocimiento al menos íntimo entre ambos.

Castro debería haberse jubilado ya el pasado año, pero solicitó una prórroga hasta 2017 , que le fue concedida, para poder concluir las investigaciones que aún tiene en marcha. Por su parte, Horrach anunció recientemente que en los próximos meses abandonará Anticorrupción para dedicarse a trabajar como abogado. En cualquier otro país, la jubilación de Castro y la marcha de Horrach serían sentidas por la mayoría de ciudadanos con pesar, porque profesionales como ellos son los que aún nos permiten seguir creyendo y confiando en la Justicia. Pero ya decimos, eso sería muy posiblemente en cualquier otro país.

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