El caso Nóos va perdiendo «share»
La comparecencia de los nuevos testigos, en su mayoría anónimos, no despierta el interés mediático suscitado en las primeras sesiones
El juicio del caso Nóos está empezando a perder cuota de pantalla en las televisiones y rara vez sale ahora ya en las portadas de los periódicos. Es normal que poco a poco vaya siendo así tras seis semanas de juicio. Además, en estos últimos días parece que hemos estado mucho más pendientes de otras cosas, como por ejemplo de saber si Bertín Osborne continuaría o no en Televisión Española o de conocer si Íñigo Errejón seguiría o no en Podemos. En el primer caso, parece que muy pronto podremos salir ya al fin de dudas.
Es una pena ese progresivo desinterés hacia lo que está sucediendo ahora en la vista oral de Nóos, pues las intervenciones de los testigos están siendo, en general, bastante interesantes. Gracias al testimonio de todas esas personas, en su mayor parte anónimas o muy poco conocidas, estamos descubriendo una realidad laboral y salarial que en principio nunca habríamos asociado al Instituto Nóos. Contratos precarios, a veces a través de empresas de trabajo temporal, jornadas laborales interminables, renuncias voluntarias, despidos inesperados o la imposibilidad de poder progresar profesionalmente. Todo ello pasaba, además, en unos años que siempre creímos que habían sido de bonanza económica.
A pesar de todas esas vicisitudes pasadas, casi todos los testigos se expresan ahora ante el tribunal con frescura, con gracia, con algunas pequeñas lagunas en la memoria y con extrema sencillez, en algunos casos con algo de ingenuidad y en otros dejando caer alguna pequeña maldad muy de vez en cuando. Una de esas maldades, repetida ya en alguna ocasión, consiste en atribuir a Diego Torres y a Iñaki Urdangarín la condición de «jefes» de Nóos y al resto de empleados la condición de «indios» de la pradera. Lo único que de momento no ha quedado del todo claro aún es si ambos exsocios eran en realidad los jefes de la tribu o, mucho más temible aún, del Séptimo de Caballería.
En los juicios, como en las películas, suele distinguirse normalmente entre quienes representan un papel protagonista y quienes ostentan más bien un papel secundario. Pero como ocurre también a veces en el cine, en algunas causas judiciales los supuestos secundarios acaban adueñándose del escenario o de la pantalla en detrimento de los presuntos protagonistas. En el juicio del caso Nóos esto último está ocurriendo casi literalmente así, pues casi todos los testigos están declarando hasta ahora a través del sistema de videoconferencia.
El único problema de esta vista oral es que, más que a una película, poco a poco se va pareciendo cada vez más a un culebrón, por lo mucho que se prevé que pueda durar aún. Quizás por ello este jueves ha empezado a cundir ya un cierto desánimo en el abogado de Torres, Manuel González Peeters, que le ha llevado a exclamar que con el ritmo actual «no vamos a acabar nunca». Por fortuna, la presidenta del tribunal, Samantha Romero, ha expresado su absoluto convencimiento de que esta vista oral llegará a concluir algún día. Menos mal, porque los periodistas que seguimos diariamente este juicio empezábamos a tener cada vez más dudas.