Ausencias y portazos

Hubo un tiempo en que Fidel Castro era la estrella de las Cumbres Iberoamericanas

Pedro Sánchez en la Cumbre EFE

Carmen de Carlos

Hubo un tiempo en que Fidel Castro era la estrella de las Cumbres Iberoamericanas. El viejo guerrillero, –y gran dictador–, tenía la costumbre de no confirmar, hasta última hora, su asistencia a estas citas ‘made in Spain’. La incertidumbre y el interés que despertaba «el comandante» en los periodistas, –muchos de ellos lo idolatraban–, eran temas recurrentes que ocupaban la agenda mediática. Con y sin Fidel, los mejores espacios de los periódicos eran suyos. Andrés Manuel López Obrador y finalmente Nicolás Maduro, amagaron con un juego similar en Andorra. Lo patético del caso es que sus intervenciones iban a ser telemáticas y no de cuerpo presente. Esto es, en modo plasma –y plasta– total. Aún así, se fueron antes de entrar. Con otro estilo hicieron lo mismo el tirano Daniel Ortega (Nicaragua) y el populista Nayib Bukele (El Salvador). Ironías de la historia, Miguel Díaz–Canel, que como Maduro nunca se había estrenado en estas cumbres, acudió al bautismo internacional más cómodo que pudiera imaginar.

La decisión de la SEGIB (Secretaría General Iberoamericana) al invitar a un presidente de facto que no reconoce la mayoría de sus países miembros, en lugar de a Juan Guaidó, provocó la ausencia, coherente, de Jair Bolsonaro y del presidente de Paraguay, Mario Abdo Benítez. La burla de Maduro, que anunció contra reloj que el micrófono lo empuñaría Delcy Rodríguez, quizás, fue su modo de hacerle una peineta al brasileño y al paraguayo, ausentes, finalmente y por su culpa, sin causa real. De paso, también pudo ser un modo de sacarle la lengua a Iván Duque (Colombia), a Sebastián Piñera (Chile) y a Lenin Moreno (Ecuador), los presidentes que se despacharon ayer con más claridad y trasparencia contra el régimen de Caracas.

A los jefes de Estado y presidentes que se conectaron, les convencieron para hacerlo, con la promesa de que Maduro hablaría el último al establecer un orden alfabético de intervenciones (por países) en la edición más corta de la historia de las Cumbres. Lenin Moreno supo poner el dardo más doloroso en la palabra: «¡Qué pena que se haya incorporado a esta cumbre a la delegada del gobierno de Maduro que no cumple ni la ética política, ni el buen Gobierno, ni mucho menos el respeto a los derechos humanos». Lástima no escuchar la réplica pero el tiempo es oro y Delcy (y Ábalos), lo sabe.

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