Todo irá bien
Las capas del miedo
La libertad no consiste en hacer la cabra sino en que cada cual es responsable de lo que hace
La carga policial del primero de octubre. El encarcelamiento de los Jordis Cuixart y Sánchez. La reacción inmediata fue idéntica en ambos casos: el miedo por lo que las calles pudieran incendiarse. Y aunque se incendiaron, con el discurso del Rey se volvieron a calmar, los bancos y las empresas decidieron marcharse, Mas empezó a mercadear con su indulto y Puigdemont no pudo proclamar la independencia porque lo que le sobraba por la CUP le faltaba por Convergència.
Pasaron las páginas de la Prensa internacional con las imágenes más duras, los presuntos 800 heridos quedaron en un solo hospitalizado y más profunda y más sólida quedó instalada la idea de que la carraca de que un Estado moderno no puede usar la fuerza para defenderse es otro de los mitos del catalanismo.
El miedo que no tuvo la calle empezaron a tenerlo quienes tanto tienen que perder y no sólo económicamente: es incómoda la cárcel.
Tras las detenciones del pasado lunes las reacciones políticas e institucionales fueron de un perfil más bien bajo y lo que en la calle provocó excitación fue un aviso a los que creían que España jamás dejaría de actuar acomplejada. Junqueras continuó insistiendo en el diálogo, la ANC y Òmnium cambiaron su desafío inicial de presionar a la Delegación del Gobierno con una manifestación tumultuosa por silenciosas concentraciones con antorchas esparcidas en distintas calles y plazas y más que aires de revuelta cundía la impotencia y el desánimo, la sensación de precariedad y de la casi inevitable convocatoria electoral. Lo que en la calle exalta -aunque cada vez menos- empieza a causar estupor en los cargos del proceso y los ciudadanos vertebrados despiertan de la propaganda de la sonrisas y asumen que siempre la Ley acaba llegando.
Cataluña está recibiendo por capas -incluso las más bajas empiezan a tener sensaciones extrañas- el mensaje de que el Estado no es una abstracción ni algo opinable, que cada delito su sentencia, que la libertad no consiste en hacer la cabra sino en que cada cual es responsable de lo que hace y que al final, de pagar el precio, nadie se escapa.