David Gistau

El caballero mutilado

El PSOE aún debe rendirse al PP mientras Podemos exige como botín todo el espacio de la izquierda

OSCAR DEL POZO
David Gistau

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La lluvia y la resignación dejaron al PSOE una calle despejada de enojos. Cayó un aguacero tremendo que fue como el de Vallejo en París para una muerte de la cual teníamos ya el recuerdo. «Lágrimas socialdemócratas» que empañaban los cristales de los furgones antidisturbios y de los cafés. El grupo del PSC bajó la calle del Buen Suceso. Borrell, pensativo, iba rezagado. Iceta pisaba con cuidado para no resbalar con el contenido de un cubo de basura volcado sobre un paso de cebra: suerte tuvo de que en ese instante no sonara Queen y lo arrebatara un baile. Franquearon con vítores las supuestas horcas caudinas de la militancia. Que en realidad apenas estaban compuestas por dos o tres de los veteranos indignados habituales, que cuando protestan parecen hablar solos a gritos como los profetas del apocalipsis de Sunset Boulevard, más Lagarder Danciu, aquel rumano al que la Sexta hizo famoso como mártir social después de que reventara un acto de Rajoy y que desde entonces no se pierde una oportunidad de pegar voces como si aspirara a un papel fijo en televisión. Las pega de un modo tan indiscriminado que, después de que insultara a un noísta como Patxi López, un vecino de valla que exigía la devolución de su voto se lo reprochó: «Métete con otros, joder, con ése no».

«Rebelión de las rosas»

La militancia no compareció sino en una cantidad mínima ni prolongó la «rebelión de las rosas» de la víspera. Eso no impidió que, enfriada la bronca de cuando el golpe a Sánchez, y sin nadie dispuesto a luchar verdaderamente por modificar una decisión ya tomada, hubiera en el ambiente una infinita tristeza que constituía la única unanimidad posible del socialismo: igual de tristes iban los abstencionistas, los noístas y los conversos en una jornada que, para todos ellos, permanecerá como infausta en el recuerdo. Por eso, algunos hablaban como si les fueran a practicar una amputación como remedio contra la propagación de la gangrena: que duela lo menos posible y que pase pronto. Los socialistas andaluces, como si quisieran abreviar el mal trago y mitigar el daño autoinfligido por el partido, ya avisaban de que tenían AVE a las 2.30 y pensaban tomarlo.

Una vez encerrados todos dentro, los periodistas quedaron a merced de lo que se pudiera filtrar. El retorno, a partir del golpe a Sánchez, de un lugarteniente del zapaterismo como José Blanco quedó confirmado con su presidencia del Comité Federal. Hubo muchas peticiones de intervención. Pero, en general, los oradores sabían todos que debían evitar un espectáculo de ensañamiento y odio interno tan degradante como el de aquel sábado en el que hubo entrada de pizzas como en las tomas de rehenes. Otra vez la resignación. Que no evitó que la votación final diera un resultado tan relativamente parejo como para hablar de un PSOE que no restaña la herida, sino que permanece demediado. Y que así de roto llegará a las votaciones de la investidura, con unos cuantos diputados -de Cataluña, de Baleares, de Madrid...- que seguirán aferrados a su NO y aumentarán la impresión traumática de esta situación en la que el PSOE nada podía hacer que no acarreara consecuencias lesivas.

El futuro del PSOE

Parece imposible que la gestora logre ahora imponer un voto unánime al grupo parlamentario. Sería menos tortuoso para todos que once diputados se entretuvieran en el médico y llegaran tarde a la segunda votación, pero entonces la abstención, por furtiva, añadiría vergüenza y tristeza a las que ya padece Ferraz. El PSOE aún debe atravesar la investidura y rendirse al PP mientras en Podemos exigen como botín todo el espacio de la izquierda. Pero después tendrá su congreso y una oportunidad de reconstitución para la cual necesita tiempo, sin dejar por ello, aun a riesgo de hacer breve la legislatura, de encarnar en el parlamento un personaje de oposición institucional que lo redima del gregarismo de la abstención. Tristeza, lluvia, gritos escasos pero desabridos. Así fue el día en que terminó el Bloqueo español y Rajoy salió victorioso de unos meses extraños, sórdidos, que le han costado a la socialdemocracia la amputación con serrucho de unos cuantos de sus principios vertebrales. El PSOE es un Caballero Mutilado con derecho preferente en los asientos del Metro.

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