Los doce indicios contra Angelillo por el triple crimen de Burgos

La Policía se reafirma pasados 18 años en que a la familia Barrio la mató su vecino de La Parte, resentido por su patrimonio

La juez debe decidir si sobresee o abre juicio oral contra él, condenado por matar «por nada» a su vecina anciana

Ángel Ruiz captado por las cámaras de la estación de Burgos en 2013 ABC / Vídeo (2021): Un crímen sin resolver desde hace 18 años moviliza a la policía en Burgos
Cruz Morcillo

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El escenario que encontró la Policía en la casa de la familia Barrio Dos Ramos el 8 de junio de 2004 era la obra de un carnicero. Salvador, de 53 años, su mujer Julia, de 47, y Álvaro, el hijo del matrimonio, de 12, sumaban 125 heridas, casi todas puñaladas. Alguien entró en su piso de la calle Jesús María Ordoño (Burgos) de madrugada; los sorprendió durmiendo y se ensañó con los tres: 69 heridas el padre, bajo la mesa de la cocina; 21 la madre, tirada junto a la cama; 39 el hijo, al fondo del pasillo buscando refugio.

Han pasado 18 años y aún no hay un culpable tras descartarse un sinfín de sospechosos, incluido Rodrigo Barrio, el otro hijo de la pareja que tenía 16 años cuando ocurrieron los hechos y que llegó a ser detenido en 2007 y luego exculpado. No hay culpable pero sí un imputado desde 2014: Ángel Ruiz, 'Angelillo', que cumple condena en Burgos por atropellar hasta la muerte a Rosalía Martínez, su vecina anciana, y se le investiga además por la desaparición del rumano Shibil Angelov.

Este hombre, de 59 años, huraño, sin relaciones de amistad ni sentimentales, era vecino de La Parte de Bureba, donde Salvador Barrio ejercía como alcalde pedáneo y acumulaba un enorme patrimonio agrícola. Es calificado por varios médicos como violento, agresivo e imprevisible en sus actuaciones y consta que pegaba incluso a sus padres. La Policía ha acumulado un rosario de indicios contra él, pero pese a años de investigación y esfuerzo no se ha hallado una prueba sólida. La juez, que ha levantado recientemente el secreto de las actuaciones, tendrá que decidir si abre juicio oral contra él en base a esos indicios o sobresee provisionalmente el caso.

El hijo, descartado

En el sumario, al que ha tenido acceso ABC, se explican las investigaciones y cientos de gestiones llevadas a cabo desde 2004; las personas investigadas y descartadas y lo más importante: los indicios acumulados contra Ángel Ruiz, cuyas propiedades en La Parte fueron registradas por segunda vez en diciembre del año pasado. Se le atribuye un móvil: la venganza y el resentimiento. La Policía siempre mantuvo, basándose en la violencia usada en el crimen (125 lesiones) que esa fue la motivación del autor.

Ahora afirma que esa venganza y ese resentimiento se dirigían a Salvador y también a Julia. Angelillo habría actuado movido por el odio, por la pujante posición económica de los Barrio, concitándose ese rencor en torno a todas las parcelas agrícolas propias y arrendadas que explotaban (más de un centenar en la comarca) y a la compra de una cosechadora que Salvador iba a recoger el mismo día que lo mataron, algo que era conocido entre sus vecinos.

«Es una hija de puta, blanqueaba dinero comprando terrenos (...) se me adelantó pagando más (...) no nos dejaba comprar terrenos» , le confió Angelillo a quien figura en la causa como testigo protegido. «Llevaba todas las tierras del ayuntamiento, las subvenciones...», dice en relación a Salvador. Hubo más desencuentros: un proyecto para construir un polígono industrial en La Parte y el vuelco de un remolque de grano de los Barrio.

Los investigadores creen que todos esos episodios, sumados a la compleja personalidad de Ruiz -que los interpretaba como algo malintencionado y personal contra él- actuaron como detonante. Igual que ocurrió con su vecina Rosalía años después a la que dicen que mató «por nada».

Las diligencias enumeran otros doce indicios, fruto de años de trabajo. Ángel estuvo solo en su casa de La Parte desde el 3 de junio al 14 porque su padre estaba ingresado en el hospital en Valladolid y su madre con él. Tuvo tiempo de sobra para asesinar a la familia y deshacerse de cualquier vestigo.

Zapatillas Dunlop del 43

Aunque no tiene carné era frecuente que condujera la furgoneta de su padre, como afirmaron sus vecinos. Tenía y tiene numerosas herramientas con las que podía modificar o crear objetos punzantes y cortantes. La Guardia Civil le intervino un cuchillo bicortante con dimensiones y punta compatibles con las heridas de las víctimas. Y en los registros que se hicieron en sus propiedades en 2017 y 2021 se hallaron hojas y filos metálicos «susceptibles de ser adaptados», así como numeroso material y herramientas de carpintería metálica. Hizo además un curso de corte y soldadura.

Las zapatillas Dunlop son recurrentes y claves en el caso. El asesino dejó huellas en sangre de una zapatilla de deporte. Tras cientos de gestiones se averiguó que correspondían a esa marca y un técnico alemán de Dunlop concretó que era un 43 español. Una caja de esa marca se halló en un corral de Ángel en 2017 y un par de la misma marca, minoritaria, se le intervino en 2013. A ningún otro de los investigados.

La altura del autor de los hechos está entre 163 y 177 centímetros, según la huella que dejó al dar una patada a la puerta del dormitorio del niño. Ángel mide 176 cm. Calza un 43, la misma talla que las huellas de pisada de autor halladas en el escenario. Su estado físico en 2004 era «excelente», tanto que en el pueblo le llamaban 'el Rambo de Bureba' porque pasaba temporadas escondido en el monte.

En los registros se encontraron guantes de trabajo con el anagrama 'CE', que también llevaba cuando lo detuvieron en 2013. Ese tipo de guantes se usaron en el piso de Burgos, según la inspección ocular. Las llaves del Audi de la familia, el DNI y el móvil de Julia nunca aparecieron. Angelillo es un «coleccionista» de ese tipo de objetos, como comprobaron en los registros.

El asesino no salió del piso con la ropa manchada, se cambió dentro tras la carnicería. Al arrestarlo la Guardia Civil por la desaparición del rumano, llevaba puestas varias capas de ropa.

El décimo indicio es que conoce a la perfección Burgos capital (vivió en el antiguo cuartel y en un piso). Le consta además un historial de allanamientos de domicilios de los que se llevaba objetos o simplemente se dedicaba a merodear. Ángel no las tiene todas consigo. Al testigo protegido le soltó, nervioso, tras decirle este que no tenía nada que temer: «Es que yo no he dicho que yo no haya sido».

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