Mayte Alcaraz

Buena educación para nuevos políticos

Mayte Alcaraz

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Cuando el cedazo del calendario cuele estos tiempos convulsos, entre la arena gorda que habrá que separar estará la de la mala educación y la soberbia de la nueva política. Llegar un cuarto de hora tarde a la cita con alguien entra dentro de los malos usos sociales de la España desordenada. Pero cuando se es un responsable político y causa activa, en compañía de otros, de la parálisis que vive un país por la incompetencia de sus representantes, llegar quince minutos tarde como hizo ayer Pablo Iglesias a la cita con Rajoy, pretextando que «Madrid me mata», es lo más parecido que se me ocurre a una clamorosa falta de respeto. Pero no a tu interlocutor, que también, sino a los pagadores de tu nómina mensual que apoquinan (sin que la productividad brille), a cambio como poco de mantener los mínimos. Ya lo hizo el líder de Podemos con el Rey, tras el 20-D, y todos parecimos perdonarlo como quien mira para otro lado ante la travesura de un niño.

La falta de puntualidad debe ser un vicio que solo asoma al comportamiento de Iglesias cuando tiene que atender sus obligaciones institucionales porque cuando lo que le espera es un pinganillo televisivo tras el cual se encuentra su gurú mediático de cabecera, no hay nunca tiempo que perder. Algo parecido le sucedió ayer a Albert Rivera, que negó por segunda vez, a petición de los reporteros gráficos, la mano a Rajoy, cual cordero que va al matadero. Tamaño esfuerzo se tornó titánico para alguien que ha echado los dientes repitiendo tomas televisivas para buscar el mejor plano que sirviera a sus intereses propagandísticos.

Esa falta de cortesía a la que tampoco se mantuvo ajeno Rajoy cuando hace unos meses negó la mano a Sánchez, se ha convertido en seña de identidad de esta etapa. Pedro Sánchez tiene muchos defectos pero hay uno que paraliza su acción política: no sabe trascender a sus antipatías personales. Le pasó con Rajoy y ahora ha decidido sumar a su lista a Pablo Iglesias. El líder socialista todavía no ha perdonado que el político populista le negara la investidura. En ese choque de egos oceánicos, como los que poseen Iglesias y Sánchez, hay dos acontecimientos que han evidenciado la citada animadversión. Aunque nadie de sus equipos es capaz de descartar que, si la investidura de Rajoy fuera al traste, los gallos de pelea pudieran convertirse en tiernos corderitos, lo cierto es que hoy no pueden ni verse. El primer desencuentro sucedió el 27 de junio. A primera hora, el líder de Podemos le envió un whatsapp a Sánchez. Hoy, quince días después, aquel mensaje sigue sin respuesta. Iglesias ha comentado a sus íntimos como quien sabe de qué habla: «Pedro es un maleducado».

Esa relación volvió a vivir un segundo momento de máxima tensión el pasado domingo en la base aérea de Torrejón. Allí se encontraron los dos líderes que un día pudieron ser socios para ser recibidos por Obama. En un ascensor, créanme, se vive más sintonía que la que compartieron Sánchez e Iglesias mientras aguardaban sus tres minutos de gloria.

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