David Gistau
«Blues» del reprobado
Ustedes conocen el juego de feria que consiste en que un voluntario se sienta sobre una pileta llena de agua y otros arrojan pelotas para alcanzar el resorte que lo hará caer. El ministro Catalá lleva un par de jornadas parlamentarias sentado sobre la pileta, reprobación incluida, a cuento de las supuestas injerencias políticas en la fiscalía para repeler lo que el Hernando/PSOE llamó la «avalancha de corrupción». Ayer llegué a interiorizar esta imagen hasta el punto de que creí posible que Catalá desapareciera de su escaño hacia profundidades abisales para después oír, muy remoto, un plof. Imaginé a Rajoy volviéndose hacia un ministrable de Justicia entre sus diputados: «Calienta que sales». Esa es una alegoría de la finitud política que aún no hemos visto en el parlamento: un ministro pegando las últimas tarascadas defensivas mientras delante de él, junto a las taquígrafas, hace estiramientos su sucesor. Todo mientras el presidente renueva la confianza.
El síndrome minoritario, así como las sesiones hostiles que lleva ya padecidas, parecen haber hecho mella en la bancada popular. Tal vez por eso, muchos de los oradores del gobierno respondieron ayer con altanería chulapona e isidril a sus adversarios. Así el propio Catalá, que se vengó de la pregunta sobre sus injerencias del diputado Sahuquillo sacándole a éste, en respuesta de muy baja estofa, los malos resultados electorales en su circunscripción, como si eso lo deslegitimara para ejercer control. Luego soltó, como petardeando tópicos, una respuesta evasiva en la que llegó a tirar de la herencia socialista de 2011 (¡?) y de la congelación de las pensiones (¡?). Si de lo que se trata es de darse mus cuando una pregunta lo deja en una situación incómoda, sugiero al ministro que pruebe con técnicas aún más audaces, tales como cacarear imitando el paso de una gallina Hemiciclo arriba y abajo.
Altanero también estuvo Zoido con Errejón cuando le preguntó si se había quedado a gusto con otra pregunta acerca del intervencionismo protector en los ámbitos del Estado. Puede tener razón Zoido cuando alega que Errejón pretende un escaparate en el que foguearse ya como candidato regional. Pero utilizó una hipérbole paradójica que me parece peligrosa incluso de ser aplicada a la función periodística ahora que hay intentos de ejercer censura con el pretexto de las filtraciones. Zoido dijo que ciertas preguntas -como ciertas investigaciones- «dinamitan» el Estado de Derecho. No es verdad. El Estado de derecho lo dinamitan quienes abusan de él desde dentro, no los que denuncian -o preguntan- tales desmanes. El Estado de derecho lo dinamitan González y los fiscales instrumentales, en caso de existir éstos. El Estado de derecho lo revienta la corrupción, por más que ahora el PP esté promocionando opiniones por las que parece que vivimos con una cuota de corrupción tolerable y perfectamente homologable con la de las naciones de nuestro entorno, mientras que el furor judicial se debe a que la magistratura está penetrada por conspiradores de extrema izquierda.
Por lo demás, a la vice hay que buscarle un adversario, porque con Irene Montero terminará enseñando una pancarta como aquella del Bernabeu en la que se pedía un rival digno para los derbis. Y me gusta mucho el truco con el que Rajoy va atemperando las exigencias reformistas de Rivera. Le dice que sí a todo y luego lo mete en una maraña tecnocrática para hacerle comprender qué difícil es introducir un solo cambio en el mecanismo.
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