De batirse con «los batasunos» a luchar por el futuro del mundo rural
Un histórico del PP vasco se «recicla» para intentar ser el alcalde, a petición de su partido, de un pueblo de Palencia
Germán López Bravo es un político de los de antes. Por varios motivos. Es un buen conversador, tiene las cosas claras y, sobre todo, es leal a unas siglas desde hace más de 40 años . Las suyas son las del PP, por las que se jugó la vida en los años más duros de ETA en el País Vasco, y que ahora, ya jubilado y en tierras castellanas, volverá a defender para luchar por un futuro para las gentes de un pequeño pueblo de Palencia, Cevico de la Torre, de 490 habitantes.
«Siempre que el partido me ha pedido el apoyo, se lo he dado». Con esta frase basta para describir a un hombre de partido que, igual que ahora no da la espalda a su partido al margen de los malos resultados en las últimas elecciones, tampoco dudó, pese a tener un buen trabajo en una multinacional, al presentarse para ser el alcalde, allá por los años 90, de Ondárroa (Vizcaya). «Era el bastión de los batasunos», resume López Bravo, que todavía recuerda aquella época: «He tenido que estar 18 años con dos escoltas e incluso iba con ellos a trabajar. Era un problema pero lo tenía asumido». Y lo dice con normalidad. La misma con la que ahora ironiza sobre ir a comerse un besugo a Ondárroa: «Alguno me miraría mal todavía hoy».
Allí fue durante cuatro legislaturas –entre 1995 y 2011– el único edil del PP en un coto reservado a los partidos nacionalistas vascos, ya fueran el PNV o la izquierda abertzale . Todavía recuerdan por allí cómo en junio de 2007, tras revalidar su puesto en las elecciones municipales, fue el único concejal que se atrevió a ir a recoger su acreditación después de que ANV llamara a los electores a la abstención y consiguieran que el 45,42 por ciento de la localidad les hiciera caso. «Ha sido un desastre», comentó el político a ABC aquel día, después de constatar que sus equivalentes del PNV, primera fuerza en aquellos comicios, no se atrevieron a ir a por sus acreditaciones. El popular lo tuvo que hacer rodeado de ertzainas.
Leal pero crítico
«Mientras nosotros poníamos la nuca y nos perseguían los batasunos para secuestrarnos, había gente como Bárcenas que se lo llevaba [el dinero]. Los partidos no son corruptos. Lo son algunas personas que entran para llevárselo ». La lealtad a las siglas no tiene nada que ver con la falta de crítica –como algunos parecen pensar en estos días– y lo demuestra este comentario de López Bravo, quien ahora tiene por delante un nuevo reto. La batalla se juega en un tablero distinto en el que hay menos peligros: el de buscarle un futuro a un pequeño pueblo de la Castilla rural.
«Esto es como el reposo del guerrero. No hay temor a que me den un tiro, que me marquen, que me persigan... pero hay otras historias, otro tipo de lucha», comenta López Bravo, quien sin embargo insiste en que lo único que quiere en esta nueva etapa de su vida y después de haberlas visto pintadas de mil colores en su trayectoria personal, profesional y política «es aportar» . La izquierda abertzale ya no es el rival, pero el popular tendrá que batirse el cobre con la Unidad Regionalista de Castilla y León (URCL), un partido que, como explicó López Bravo a Servimedia, se define como «regionalista», algo que para él establece «tintes cercanos a los nacionalismos» con los que está acostumbrado a batallar.
«Somos fajadores. Hay que estar ahí», insiste López Bravo, que el próximo día 26, cuando llegue el momento de que las urnas hablen, podrá vivir su segunda etapa en política, aunque sea totalmente diferente a la primera. Ya tiene incluso la primera medida: «Estoy jubilado, así que tengo tiempo para que el Ayuntamiento esté abierto». También regala un consejo por si alguien con menos canas que esté en la arena política quiere escuchar: «Lo importante es ser uno mismo, tener unos valores y llevarlos al final, aunque te cueste la vida, como a nosotros en el País Vasco».
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