Las bandas latinas, semillero del crimen organizado
El 40 por ciento de los pandilleros detenidos este año son menores, el doble de la cifra de 2019
Madrid, a la cabeza con más de una decena de bloques o coros (con unos 15 miembros) de cada grupo activo
«No se alteró, no declaró... Miraba con frialdad absoluta, no le importaba que lo acabáramos de detener, con 15 años recién cumplidos, como autor de un asesinato. Las bandas juveniles, las de origen latino en particular, son un problema grave, pero lo es aún más que en 2019 el 20% de los detenidos eran menores y este año ese porcentaje ya llega al 40%» . Es la radiografía de un experto policial, que advierte: «Nosotros no estamos para reinsertar a nadie, aunque vamos a los colegios a intentar concienciar a los chicos. Pero el trabajo preventivo está fuera de nuestro ámbito».
¿Se ha agravado el fenómeno estos últimos años? Depende del análisis. No hay más pandilleros -al menos, pandilleros 'pata negra'- pero sus delitos sí son más graves. Cifras no oficiales hablan de entre 2.500 y 3.000 miembros en toda España. Madrid está a la cabeza con entre doce y quince bloques o coros de cada grupo activo (Dominican Don't Play, Trinitarios, Ñetas y Blood, sobre todo) integrados por entre 10 y 15 individuos. Su influencia se extiende a provincias limítrofes como Toledo y Guadalajara. Le siguen Barcelona, Valencia y País Vasco.
«Los dos años de pandemia hubo un parón, aunque a través de las redes sociales hubo gente, sobre todo los más jóvenes, que se incorporó a estos grupos. Cuando salieron a la calle estaban deseosos de pasar a la acción, y esto es lo que se está viviendo», explica a ABC un agente acostumbrado a tratarlos de cerca. Se traduce en cuatro asesinatos en Madrid este año.
La irrupción de los menores en las bandas urbanas es muy potente y las fuentes consultadas creen que el fenómeno va a ir a más: «No tienen conciencia de riesgo, no valoran las consecuencias. Quieren subir en el escalafón y para eso hacen cualquier cosa que se les ordene». Les llaman 'guerreros' o 'soldados'. Son el último escalón de los grupos. «Los suelen coger para 'machetear' o robar, aunque a veces tienen una participación más activa», aclara otro agente.
Nueve trinitarios
El último ejemplo, esta misma semana. El Servicio de Información de la Guardia Civil (UCE3) detuvo a nueve trinitarios, que habían creado un capítulo en Salou (Tarragona) controlado por dos miembros desde Guadalajara. Tres son menores y miembros de pleno derecho del grupo. La juez los ha mandado a un centro de internamiento. La operación destapó un 'vuelco' de droga y secuestro y evitó el homicidio, ya diseñado, de un rival DDP.
La radiografía social de estos chicos da más pistas. «Son chavales, la mayoría de las veces, de familias desestructuradas; no hay control parental y encuentran en el grupo el amparo que no viven en sus casas. Muchos llevan meses sin ir al colegio y cuando el profesor intenta ponerse en contacto con sus padres no puede. Según van cumpliendo años se suelen desvincular de la banda, porque la banda no da de comer », afirman los expertos. Pero pasan a protagonizar otro tipo de actividades delictivas, con el tráfico de drogas y los robos con violencia a la cabeza. Se incorporan a este otro mundo delictivo, pues, con los códigos de la delincuencia más grave bien aprendidos y con una experiencia criminal callejera notable.
La Guardia Civil ha detenido esta semana a dos cabecillas que dirigían desde Guadalajara un nuevo bloque en Tarragona
¿Son las bandas latinas el semillero del nuevo crimen organizado? Lo que se ha detectado, de forma incipiente, es que determinados individuos que operan en el ámbito de la nueva delincuencia encuentran auxilio en estas organizaciones. Comienza a percibirse una simbiosis, en la que unos hacen el trabajo de 'machacas' a cambio de que los otros les financien. Son las primeras alertas, pero hay indicios preocupantes. «Determinados bloques han pasado a un nivel delictivo superior», señalan expertos de Información. Ocurrió en Estados Unidos y si no se ataja puede reproducirse aquí. Las bandas reconvertidas en mafias.
Más cifras: entre 400 y 500 chicos, solo en Madrid, están dentro de esas bandas juveniles; y dentro, quiere decir que son 'pata negra', que pertenecen a esos grupos. Hay muchos más que se mueven en ese ámbito, que son imitadores o a los que recurren en ese cuarto escalón para acciones puntuales. Unos y otros son de interés policial -cruzar la frontera no es infrecuente- pero no puede compararse la peligrosidad de cada uno de ellos.
En la financiación de estas organizaciones es clave el menudeo de droga y el robo, con violencia y con fuerza... Las actuaciones más graves -asesinatos, 'vuelcos' de droga, palizas...- son siempre ordenados por los jefes de cada grupo (los suprema) y casi siempre son los menores los que cumplen las instrucciones, porque tienen muy interiorizado que las penas para ellos son mucho más leves. «Son conscientes de la impunidad judicial», reconocen los agentes. El chico de quince años recién cumplidos del que se hablaba al comienzo estará en la calle con 22, y cuando lo haga será con 'galones' dentro de su mundo criminal.
Han pasado de cometer robos para financiarse y menudeo a traficar, dar 'vuelcos' de droga y blanquear dinero
No existe a día de hoy una superestructura criminal que maneje los distintos grupos. En Madrid coinciden capítulos de una misma 'obediencia', en este caso los Ñetas, que cuentan con tres en Vallecas, y que tienen contacto entre ellos para no entrar en conflicto . Cada 'capítulo' de cada facción opera de forma autónoma. Hace unos meses se detectó en Madrid una reunión de jefes que se iba a celebrar en una localidad del sur, pero el despliegue policial la abortó. Sí existen alianzas, hermanamientos entre grupos para atacar a un tercero. En el escalafón policial son los DDP quienes están a la cabeza, no por el número de adeptos, sino por su extrema peligrosidad. Han encontrado unos aliados en los Ñeta que los ayudan a defenderse del acuerdo entre Trinitarios (segundo grupo más potente) y los Blood para desbancar a los primeros. Todos están crecidos.
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