Salvador Sostres - TODO IRÁ BIEN
Aznar contra sí mismo
El expresidente no tomó mientras gobernó ninguna de las medidas que hoy le exige a su sucesor
Aznar insta a Rajoy que actúe contra el yihadismo y será la primera vez que el expresidente del Gobierno no participe en una campaña electoral de su partido. No le han requerido para ningún acto.
El aznarismo no es una enmienda a Rajoy, como pretende, sino una nostalgia de sí mismo. Aznar no tomó mientras gobernó ninguna de las medidas que hoy le exige a su sucesor. No cuestionó jamás la inmersión lingüística y lo único que remotamente dijo al respecto es que hablaba catalán en la intimidad, en un hit de la cursilería de todos los tiempos. No trató de recuperar ni una sola de las competencias de la Generalitat, y así como Pujol puso y ganó un recurso en el Constitucional contra la LOAPA de Felipe González, contra Aznar no tuvo que molestarse, porque su entonces socio fue solícito y dócil, en los años de mayor inversión del Estado en Cataluña. Aznar amablemente accedió a la petición de CiU de abolir el servicio militar obligatorio.
En la lucha contra el islamismo, Aznar estuvo espléndido, e incluso muy bien, pero no puede afearle a Rajoy que intente consensuar con las demás fuerzas políticas qué tipo de colaboración militar tiene que prestar en este asunto España, porque también forma parte de sus obligaciones de presidente ahorrarnos el penoso espectáculo nacional e internacional de demagogia y mezquindad que dieron los socialistas culpando precisamente a Aznar de los atentados de Atocha por su participación en la guerra de Irak.
Yo no sé si por resentimiento, por mala conciencia o quizá por esa incontinencia en la que algunos de repente ingresan, Aznar ha dedicado su jubilación –voluntaria, por cierto, porque nadie le exigió su autoimpuesta limitación de ocho años– a vociferar como expresidente lo que no supo hacer como presidente, y eso es estéril, desleal y cobarde. En un país en el que la izquierda es tan inconsistente, vengativa y prebélica, resulta una frivolidad intolerable que la derecha juegue a autolesionarse en lugar de esforzarse en fortalecer la defensa de la libertad, la prosperidad y la propiedad privada.
Rajoy ha sido una superación del aznarismo. Y el marianismo, seguro, serio y preciso, aunque de bajo perfil y hasta aburrido, se ha demostrado una estrategia mucho más eficaz para la recuperación económica, y como antídoto contra el secesionismo, que cualquier retórica incendiaria; y es una lástima que quien ostentó la máxima responsabilidad política haya actuado desde que la dejó como si España fuera una feria de vanidades –principalmente la suya– en lugar de un Estado, y uno de los Estados más importantes de Europa.
La exclusión de Aznar de la campaña electoral que está a punto de empezar no es un castigo, sino un reflejo. Un reflejo de la madurez del PP y de la solidez de Mariano Rajoy, que ha devuelto a la presidencia del Gobierno la dignidad que Zapatero le arrebató, y su voz tranquila y moderada ha reconducido el extraviado destino de este país nuestro, lejos, bien lejos de tanto sonajero oportunista e histérico.