Salvador Sostres
Artur Mas, ante su última misión
De cuando fui torero, hace muchos, demasiados años, recuerdo que conocí a una chica que no dejaba a sus chicos cuando ya no les quería sino cuando se enamoraba de otro. El único amor, para ella, era vivir ilusionada, pero no soportaba estar sola .
Lo que en aquella chica eran los chicos, en Artur Mas son las misiones. Durante los primeros años de su presidencia se impuso la misión de la austeridad, y solo la abandonó cuando tras la manifestación de la Diada de 2012, se autoatribuyó la nueva misión de liberar a Cataluña, pasando en pocos meses de exigir un concierto económico a convocar un falso referendo por la independencia ; y a proclamar, sin solución de continuidad, que como España no la pactaba, iba a tomarla por asalto, con la misma dialéctica que la de la extrema izquierda revolucionaria.
Si ha acabado soltando la presidencia de la Generalitat –por la que ha forzado a su país hasta el desgarro– ha sido porque le han convencido de que unas nuevas elecciones las perdería , o las ganaría por tan poco margen que no podría evitar que le echaran; y también porque le han encomendado una nueva misión: refundar Convergència para recuperar la hegemonía dentro del soberanismo, y poder mandar sin tener que compartir el botín con Esquerra.
Sigue en activo
Por todo ello, Mas será un expresidente atípico. A diferencia de los expresidentes Pujol y Maragall, permanecerá en activo; y a diferencia del expresidente Montilla, hoy senador, tendrá un perfil político más allá de lo ornamental/retributivo .
La primera misión de Mas como presidente refundador de Convergència será orientar el congreso del mes de junio, que tendrá que elegir a su nuevo secretario general. Mas ha prometido neutralidad entre Jordi Turull, un eficaz encajador, «aparatchik» total, hombre de confianza de Quico Homs y partidario de seguir corriendo hacia el abismo; y Germà Gordó, exsecretario del Govern, exconsejero de Justicia y con un perfil político y personal mucho más consistente . Gordó, de talante moderado y políticamente centrado, es partidario de una amplia negociación con el Estado, en su convicción de que la independencia no es un planteamiento realista. Como tercera opción, que de momento pocos contemplan pero que no por ello deja de tener posibilidades, está Francesc Sánchez, ahora mismo el verdadero hombre fuerte del partido y a quien Mas le ha encargado la organización del congreso. Sánchez no es oficialmente candidato, pero como se ha visto últimamente en la política catalana, lo oficial no es garantía de nada.
Advertencias internas
De un lado, Mas se siente liberado, por no tener que seguir cargando con el peso de un país en su momento más tenso e incierto; y del otro está preocupado por su partido, el que él mismo ha destruido con su penúltima misión suicida . Porque a pesar de que con su claudicación ha ganado tiempo, no sabe si será el suficiente para ganar las próximas elecciones y con el margen suficiente para evitar la alianza de las izquierdas. Si el calendario oficial se cumple, que contempla que en 18 meses ha de estar redactada la Constitución de esa nueva república catalana, y convocado el referendo que la apruebe –y que significaría la independencia de hecho–, Mas dispone de este margen para dar forma y liderazgo a la nueva Convergència, aunque son bastantes las voces que le advierten, la de Germà Gordó entre ellas, que esto ni es un proceso ni va sobre la independencia , y que estamos ante un impracticable zafarrancho de estrategias partidistas, que saltará por los aires en menos de un año.
Es aún el líder
Mas no está hundido por no ser presidente. Se hundió cuando vio que el apoyo de la CUP no llegaba, pero emergió cuando su círculo más íntimo le convenció de su nueva misión en Convergència . Continuará liderando su partido y no descarta volver a ser candidato a la presidencia de la Generalitat. De hecho, pese a haber renunciado al mando, la mitad de gobierno lo ha nombrado él, entre ellos al nuevo presidente, y por mucho que Puigdemont intente marcar perfil, entre los consellers y demás cargos fieles a Mas, y los fieles a Junqueras, que para nada estarán dispuestos a permitir que Puigdemont destaque y se afiance, no van a ponérselo nada fácil. Los que dicen que este invento acabará más temprano que tarde estallando, saben perfectamente de qué hablan.
Más de fondo, de tan contradictorio resulta hasta cínico que el partido que tanto derecho a decidir exige, y tanta radicalidad democrática, y que hace poco aseguraba que iba a incorporar las primarias, haya permitido que su líder designe al presidente de la Generalitat y a medio gobierno a dedo , sin consultar a nadie ni pasar por ningún órgano; el mismo procedimiento que Puigdemont ha usado para nombrar a su sucesor en la alcaldía de Gerona.
Como mi chica de ayer, Mas se va tranquilo porque vuelve a estar enamorado . Independencia no habrá, pero no se pierdan el espectáculo.