Manuel Marín
El árbitro ninguneado
Patxi López no está cómodo entre dos aguas. Habla a la defensiva, deplora que se le identifique con una «tercera vía», desmiente el sambenito de traidor oportunista, y es consciente de que su perfil simultáneo de zapaterista, rubalcabista y sanchista a conveniencia de parte le renta poco. Probablemente, no contaba con el retorno de Pedro Sánchez como extraño invitado a su propia sucesión, y le perjudica la constante especulación de que en el fondo su candidatura responde a una pinza prediseñada con Susana Díaz para anular a Pedro Sánchez, y viceversa.
La confusión es absoluta porque en el PSOE el militante de base sigue sin saber a qué atenerse. El que fuera lendakari gracias al PP no tiene claro qué alcance tendrá su candidatura a la secretaría general del PSOE, pero difícilmente aceptará un papel secundario como subalterno de las otras dos candidaturas si Díaz decide formalizarla. El ticket bicéfalo de un secretario general y un candidato a la presidencia diferentes no se contempla ni siquiera como opción de última hora o como recurso límite. Solo si el cisma se convierte en inevitable, habría ofertas mutuas de pacto para la supervivencia del PSOE.
Juan Cornejo, alter ego de Díaz en Andalucía, no ha confirmado nada. Pero su llamamiento a que Sánchez deje de «engañar y mentir» a la militancia es el indicio más elocuente de que la presidenta andaluza terminará plantándole cara, y que no parece tener motivos para preocuparse en exceso por Patxi López. A priori, al dirigente vasco debería beneficiarle la polarización de odios internos entre Sánchez y Díaz, pero el riesgo de sentirse como un árbitro ninguneado en lugar de presentarse como un pacificador activo, es muy alto. Tanto, como ser identificado con la «marca B» de Pedro Sánchez.
Al problema del liderazgo, el PSOE debe unir el demoledor efecto del «día después». Venza quien venza, el riesgo de cisma es evidente. Y dramático. Suponer que los portadores de un virus de odio cainita vayan a someterse pacíficamente a una nueva Ejecutiva, con la purga y la vendetta interna como ejes, es impensable. Todos son muy explícitos a la hora de demostrar sus fobias y rencores. Y aunque les duela la simplificación entre dos alternativas –el PSOE socialdemócrata constructivo capaz de alcanzar pactos con el PP, y el PSOE extremista entregado a Podemos-, difícilmente podrán zafarse de esa pinza emocional. Se han colgado a sí mismos esas etiquetas y ya es tarde para rectificar.