Manuel García Castellón, juez de la Audiencia Nacional

«Aprenderemos de esto que nada, ni la libertad, está garantizado»

Capea el confinamiento aferrado a los libros y estudiando documentación de las macrocausas que instruye, aunque a menudo debe acudir a la Audiencia Nacional

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El juez Manuel García Castellón EFE

Isabel Vega

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Tiene los «Cuentos» de Chéjov en la mesilla de noche y cientos de miles de folios de sumarios a sus espaldas. El juez de la Audiencia Nacional Manuel García Castellón (Valladolid, 1952), no es especialmente optimista con la crisis del coronavirus, pero mantiene la moral. Habla de situación «catastrófica» y observa con mirada crítica la respuesta de las autoridades, aunque con cautela. Considera, no obstante, que algo bueno podrá salir de todo esto, un aprendizaje . «Toda la sociedad, pero sobre todo los más jóvenes, aprenderemos que nada es seguro, que nada está garantizado. En un momento podemos perderlo todo , como ahora, que hemos perdido incluso la libertad».

Su día a día desde que el Gobierno decretó el estado de alarma y el Consejo General del Poder Judicial dictó instrucciones en consecuencia, se alterna entre la mesa del salón de casa, donde trabaja frente al portátil , y las visitas a su despacho en el Juzgado Central de Instrucción número 6. «Técnicamente no es teletrabajo, porque hay asuntos que se deben atender y no se puede si no es presencialmente. En casa aprovecho para estudiar determinados asuntos, leer informes y escritos que han ido entrando», explica.

Se desplaza así exclusivamente para las cuestiones de más urgencia o que afectan a derechos fundamentales, como las prórrogas de prisión. «Cuando voy, procuro no cruzarme con nadie y mantener las distancias. Eso es lo que más echo de menos ahora, precisamente, el contacto con la gente », explica. En el edificio de la calle Génova, sin guantes ni mascarillas ni geles a su disposición, la clave es guardar las distancias, «proteger a los demás».

Y los demás, son un número muy reducido de funcionarios que se van rotando en el juzgado. En su caso, a lo sumo dos coinciden simultáneamente en la sede y van dejando los asuntos sobre su mesa. Se trata, como le gusta reiterar, de «profesionales excepcionales» que permiten llevar al día lo inaplazable. Destaca en este sentido la «inestimable labor» de los dos jueces que reman junto a él, Alejandro Abascal, magistrado de refuerzo; y Joaquín Gadea , en funciones de apoyo.

No en vano, el Central 6 es el que tiene más carga de trabajo de la Audiencia Nacional: Púnica, Lezo, Aquamed y Tándem (el caso Villarejo) son sólo cuatro ejemplos.

Lo único bueno: El tiempo para leer

Ahora, suspendidas las diligencias no urgentes, no teme al trabajo acumulado a la vuelta, pero suspira al pensar en el que llegará de golpe. Hasta entonces, vuelve los ojos a sus libros, «lo único bueno», dice, del confinamiento. Además de revisitar a Chéjov, está imbuido en «Los Amnésicos», de Géraldine Schwarz, mientras la moto, su otra gran pasión, espera aparcada a que pase la emergencia. «No la cojo por miedo a resfriarme ahora, pero lo echo de menos. Cuando conduces no piensas en otra cosa. Desconectas. Te evades de todo», explica.

Por eso, está seguro de que cuando por fin quede superada la emergencia quizá no tendrá tiempo para un gran viaje, pero si planeará «una escapadita» en moto para celebrarlo.

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