Pablo Muñoz
Aprender de los errores
«En este caso se acumulan los errores, pero sobre todo, y no es la primera vez que sucede, se demuestra que la institución del jurado popular, sin tradición en España, no es la panacea de la justicia»
El veredicto del caso de Isabel Carrasco sorprendió en su día en lo referente a Raquel Gago, porque no cuadraba bien con lo que había sucedido en el juicio; la posterior decisión de la Sala de dejarla en libertad con fianza hasta que se resuelva el recurso que presentará la defensa también, porque si «conoció el plan del asesinato y aceptó participar en él», como sostuvo el jurado popular, no parece muy lógico que pueda seguir libre; pero ayer se rizó el rizo y el magistrado presidente enmendó la plana a los «nueve hombres justos» y rebajó la participación de la policía local a mera encubridora, en lugar de cómplice, por lo que la condena a tres años por ese delito y a otros dos por tenencia ilícita de armas.
El desbarajuste es de proporciones muy importantes. Si nos creemos que la institución del jurado popular es la mejor de las posibles para impartir justicia hay que hacerlo con todas las consecuencias. Si el magistrado presidente, al leer el veredicto antes de que éste se hiciera público no advirtió incoherencias en el mismo, debió ajustarse a él a la hora de dictar su sentencia, y no enmendarle la plana; si como reconoce ahora el propio juez ha cometido un «error sin paliativos» a la hora de elaborar ese objeto de veredicto, lo lógico es que el juicio se repita, al margen de posibles responsabilidades personales...
En este caso se acumulan los errores, pero sobre todo, y no es la primera vez que sucede, se demuestra que la institución del jurado popular, sin tradición en España, no es la panacea de la justicia; más bien al contrario, al menos en lo que se refiere a casos mediáticos. El juez no puede moverse por su mala conciencia. Ahora debe asumir sus responsabilidades, que no se agotan con un mero reconocimiento del daño.
A los gobernantes lo que les queda ahora es abrir una reflexión sincera, alejada de ventajas mediáticas, sobre si los jurados populares son una solución o engordan un problema. Hay muchas personas que se juegan demasiado en ello y merecen que se pueda confiar en la justicia.