Salvador Sostres

El ángel negro

La estrategia de Rajoy de sentarse a observar semejante desfile de despropósitos catalanistas no puede atribuirse a la desidia o a la pasividad, sino a la estupefacción, y a la ternura de no hacer leña del árbol caído

Artur Mas y Carme Forcadell, en una manifestación independentista contra las causas judiciales AFP
Salvador Sostres

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No es por presumir pero llevo muchos artículos advirtiéndoles de lo gafe que llega a ser Artur Mas, insólito pájaro de mal agüero, calamidad sobre calamidad acumulada. Su última proeza fue decir que si Trump había ganado, nada era imposible para el secesionismo catalán, en la creencia de que el presidente electo podría favorecer la independencia de Cataluña para debilitar a la Unión Europea.

Pero el nuevo líder del mundo libre ha tardado no más de 48 horas en fulminantemente desmentirle, explicando en una entrevista concedida al periódico Alerta Digital lo que piensa de la independencia de Cataluña: «Para encarar los desafíos hay que permanecer unidos. Europa tiene problemas que requieren gobiernos fuertes. Dijimos en la campaña que Estados Unidos no debía terminar como Alemania ni como otros países europeos donde hay problemas con los yihadistas. No creemos que estos problemas puedan solucionarse debilitando y dividiendo a los países. Eso sería un desastre». Todo lo que Mas toca, acaba convertido en naufragio. Así su carrera política como su partido, pasando por el llamado proceso soberanista, que hasta Pilar Rahola admite que está falto de «liderazgo y de estrategia», y que camina directo hacia el precipicio.

Si alguien cree que por no ser ya Mas el presidente de la Generalitat su nefasta influencia puede darse por finiquitada, no puede estar más equivocado. Hace poco se reunió con un escritor muy de su entorno y le explicó que aspira todavía a ganar la guerra abierta que existe en lo que queda de Convergència entre los que fueron sus fieles y estos miembros de la nueva cúpula dirigente que parecen jovenzuelos de países en guerra invitados por una ONG a Barcelona para poder pasar unas vacaciones dignas.

En el mismo tono de desprecio, le dijo también a su escritor amigo que si Puigdemont ha encargado el referendo separatista a Oriol Junqueras, no sólo es seguro que no se celebrará sino que es evidente que el president no quiere que se celebre.

La estrategia de Rajoy de sentarse a observar semejante desfile de despropósitos no puede en modo alguno atribuirse a la desidia o a la pasividad, sino más bien a la estupefacción, y a la ternura de no hacer leña del árbol caído.

Entre la general falta de inteligencia, la mediocridad de sus referentes intelectuales, y el ángel negro de Mas, el catalanismo político se basta para enredarse en su propio laberinto mientras el presidente del Gobierno puede dedicarse a despachar asuntos de mucha más importancia.

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