Ángel González Abad - Los martes, toros
Ser torera en Cataluña
Que la Escuela Taurina de Cataluña haya cumplido veinte años demuestra el esfuerzo titánico en el que han vivido siempre sus regidores
Esa reivindicación constante de la ilusión, la pasión y el trabajo por la Fiesta que es la Escuela Taurina de Cataluña, ha hecho balance del último curso, que mantiene la amargura de tener que vivir su aprendizaje en el exilio. Entre novilladas, clases prácticas con becerros y tentaderos, los alumnos de la escuela que dirige Enrique Guillen han participado en una veintena de eventos salpicados por toda la geografía española.
Aragón, Guadalajara, Castellón, La Rioja, Navarra, Jaén… han sido los lugares hasta donde han tenido que desplazarse los alumnos para poner en práctica las enseñanzas teóricas que reciben, menos mal, en la sede del campo de fútbol de L'Hospitalet, porque ser torero en Cataluña sigue siendo un sueño en el exilio.
Y de ese sueño participan los últimos en apuntarse a la escuela, bien acogidos por los más veteranos. Hugo Casado, Mario Vilau y Alba Caro. Sí, una jovencita que une su pasión por el toreo a la del resto de alumnos y que ya sabe lo que es ponerse delante de un astado.
Que la Escuela Taurina de Cataluña haya cumplido veinte años demuestra el esfuerzo titánico en el que han vivido siempre sus regidores, y que sigan apuntándose a sus clases chavales que ni siquiera han podido acudir a un festejo en la Monumental de Barcelona es un milagro que ahonda en la pervivencia de la tauromaquia en esta tierra. Ver a Alba Caro manejar con soltura capote y muleta y ponerse ante un becerro con valor, es la prueba más palpable de futuro. «A mi madre no le gustan los toros, pero yo quiero ser torera». Ser torera, casi nada. Torera.