Ángel González Abad - Los martes, toros
La carroza fúnebre de Joselito
«No había dudas, allí estaba el carruaje, que, tirado por caballos, trasladó el cuerpo del infortunado diestro»
En Barcelona hay aficionados que hacen de su pasión por la Fiesta una auténtica devoción. Uno de ellos es José Luis Cantos, que ya ha dejado en negro sobre blanco la historia de la Monumental, una magna biografía de la plaza barcelonesa en tres tomos, que sorprende por la minuciosidad del relato de todo lo acontecido sobre el ruedo de la Ciudad Condal en sus más de cien años de existencia.
José Luis Cantos también ha recuperado, en un interesantísimo volumen, las conversaciones radiofónicas del crítico Antonio Santainés con grandes figuras del toreo, y ahora nos sorprende con un entrañable hallazgo sobre uno de los toreros más destacados y más importantes en la historia de la tauromaquia: José Gómez, Joselito el Gallo.
Nos cuenta el biógrafo de la Monumental que está trabajando en un próximo libro que abordará las últimas veinticuatro horas de Joselito, y en la búsqueda de datos se enfrascó en encontrar la fastuosa carroza mortuoria que trasladó los restos morrales del torero muerto en Talavera por las calles de Madrid. Unas imágenes en blanco y negro que definen perfectamente el duelo que se vivió tras la tragedia del inmortal “Rey de los Toreros”, muerto por un toro en la arena.
Las pesquisas le llevaron al Museo de Carrozas Fúnebres de Barcelona, instalado desde 2012 en uno de los accesos al cementerio de Montjuïc; y allí se topó con la Grand Doumont, una impresionante reliquia de majestuosa expresión barroca. No había dudas, allí estaba el carruaje, que, tirado por caballos, trasladó el cuerpo del infortunado diestro desde su domicilio madrileño en la calle Arrieta, hasta la estación de Mediodía, camino de Sevilla, en mayo de 1920.
La Grand Doumont también fue la carroza mortuoria del periodista Mariano de Cavia, unos meses después de la muerte de Joselito, y del torero valenciano Manuel Granero, muerto en la plaza de Madrid en la primavera de 1922. Y, cosas del destino, ahora luce en Barcelona.