«Anboto» se escuda en el GAL para intentar justificar su militancia en ETA
Afronta 488 años de cárcel por un explosivo en 1985 con el que asegura que no tuvo nada que ver
Maria Soledad Iparraguirre, alias «Anboto» ha afrontado este miércoles su tercer juicio en la Audiencia Nacional desde que fue entregada por Francia tras cumplir 20 años de cárcel en aquel país y a preguntas exclusivamente de su abogado y el juez, se ha escudado en sus malas experiencias con la Policía Nacional y en los atentados de los GAL en el sur de Francia para intentar justificar su adhesión a la banda terrorista ETA, en la que hizo carrera hasta llegar a la cúpula.
«Anboto», que niega haber respondido nunca por ese apodo ni dentro ni fuera de ETA, afronta esta vez 488 años de prisión como autora de 20 delitos de asesinato en grado de frustración con concurrencia de alevosía, un delito complejo de atentado a agentes de la autoridad en grado de frustración y un delito de estragos en grado de frustración, todo, con reincidencia.
Se le acusa de participar como integrante del comando Álava en la colocación de un coche bomba en mayo de 1985 en las inmediaciones del polideportivo de Mendizorroza , en Vitoria, para matar a la veintena de policías nacionales que custodiaban el estadio por un encuentro deportivo. La bomba fue desactivada a tiempo por los Tedax.
Sobre el hecho en sí, ha negado cualquier participación. Ha asegurado que en 1985 ni estaba en Álava ni formaba parte de ETA, porque su integración se produjo a partir de los noventa. Ha añadido que no tiene «ni idea» de por qué sus huellas aparecieron en los vehículos involucrados en la preparación del atentado. «Para mí, es una información nueva», ha señalado, en referencia a que cuando se celebró la primera vista de extradición sobre aquel atentado, no tuvo conocimiento de que hubiesen encontrado huellas.
En el interrogatorio, su abogado ha dado el pie para sembrar la duda sobre cómo llegaron aquellas huellas, dejando que Iparraguirre explicase que fue detenida y sometida a diez días de incomunicación en 1981 por un grupo de policías entre los que intuye que estaba el miembro de la Brigada Político Social Antonio González Pacheco, conocido como Billy El Niño y recientemente fallecido. «No lo puedo asegurar. La única manera sería si oigo su voz. Entonces sí», ha señalado.
Pero hasta llegar a ese punto, ha detallado que cuando se produjo el atentado frustrado se encontraba «intentando llevar la vida más normal posible» en Bayona, adonde se mudó con su padre tras la detención.
A la pregunta sobre el contexto en que se acercó a ETA, ha alegado que estando en el Sur de Francia trabajando como maestra de escuela los atentados de los GAL le tocaron de cerca. «Hay atentados y yo tengo que ir todos los días a trabajar y si empiezo a mirar un poco, da miedo» , ha llegado a afirmar la otrora dirigente de la banda terrorista.
Sin embargo, el policía que aquel día levantó informe de las huellas ha ratificado los hallazgos , así como otro agente ha apuntado que en el coche también estaban las señales de quien entonces era responsable logístico de ETA, Joseba Arzalluz.
Otro policía ha testificado que estando ya el cordón policial desplegado, «Anboto» se acercó a la zona para intentar detonar el vehículo a distancia y lo impidieron los inhibidores. El coche iba tan cargado -25 kilos de goma 2 y 100 kilos de tornillería- que los bajos tocaban con el bordillo. Aquel día, los niños entraban gratis en el estadio.
Ni «Anboto» ni Angelines
En línea con lo que ya declaró en el segundo juicio, acusada de una entrega de material explosivo al comando que atentó contra una comisaría de Policía en Oviedo en julio de 1997, Iparraguirre se ha mantenido en que ella no respondía por el nombre de «Anboto» en ETA, donde según su declaración, la conocían simplemente como Maitxol.
Es relevante en esta ocasión porque los dos condenados por su participación en el atentado frustrado Santos Berganza y José Miguel Suescun, ambos exmiembros de la Ertzaintza convertidos en etarras, habían señalado en sendas declaraciones que los compinches de aquella acción respondían a los nombres de «Andrés» y «Angelines».
Como testigos y por videoconferencia, ambos han negado conocer a Iparragirre y haber tenido relación con ella en la preparación del atentado. El primero se ha desdicho de todo cuanto declaró ante la Policía primero y en la Audiencia Nacional después - «yo no sabía que estaba en la Audiencia Nacional, pensaba que era otro cuartel»- y el segundo, que aducía problemas de memoria, ha reiterado que eran esos dos los nombres de los etarras a las que alojó para aquel atentado. Nunca habían oído hablar de ninguna «Marisol».
Fiscalía sostiene que «Anboto» obligó a Suescun a vigilar la zona donde habían estacionado el coche bomba y fue él quien alertó de que podía salir mal. Tras comprobar en el propio estadio que todo estaba en orden, Iparragirre, acompañada de «Kantauri», regresó a la vivienda en la que se alojaban. Para entonces, la policía ya había localizado el vehículo y los Tedax estaban desactivando el explosivo.
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