Álvaro Delgado-Gal - ENQUIRIDIÓN
Yolanda Díaz, la última burbuja
Yolanda, en vez de presentar su dimisión, como procedía por la gravedad del caso, plegó velas
yolanda Díaz ha revivido la semana pasada, durante una entrevista concedida a ‘Radiocable’, uno de los episodios más turbios de este Gobierno. Según parece había advertido a sus colegas, en vísperas del 8-M, que el trueno gordo pandémico estaba a punto de estallar. Pero fue conminada a sumarse al negacionismo oficial.
De lo dicho por la ministra se desprenden dos conclusiones terribles. Uno: existía información sobre el riesgo enorme que en ese momento entrañaba la cita multitudinaria. Dos: Yolanda, en vez de presentar su dimisión, como procedía dada la gravedad del caso, plegó velas, llegando a afirmar, literalmente, que «no, aquí no pasa nada». No es posible exculpar al Gobierno, ni por descontado a Yolanda, arguyendo aturdimiento o confusión. Podría valer lo último para el presidente de la CEOE, ignaro sobre el alcance del mal, o para Abascal, deseoso de meter ruido en Vistalegre. Pero esto es tontería, no premeditación.
El Gobierno, por el contrario, cerró los colegios al día siguiente de la manifestación y, al poco, decretó el estado de alarma. La pandemia, de acuerdo con la versión que a todos se nos hizo llegar, habría dado señales de sí inmediatamente después de disolverse el acto masivo patrocinado por La Moncloa. Pocas veces se ha justificado una prevaricación gigantesca de modo tan ofensivo para el sentido común . Yolanda Díaz se ha ido de la boca, en perjuicio de Sánchez y de sí misma, y ha vuelto a aflorar la sangre. La sangre y el pus.
«No le auguro un futuro especialmente feliz. Como ha demostrado con su estupefaciente evocación del 8-M, es vanidosa»
Sigamos con la entrevista de ‘Radiocable’. Yolanda está volcada en plena campaña autopromocional. Su propósito evidente es preparar un asalto masivo al electorado socialista… desde un Gobierno formado con los socialistas. Esto da una medida de su mala fe y de la fragilidad inviable de la actual coalición . Añadió dos observaciones significativas. La primera, es que eso de estar a la izquierda de la izquierda la confina a una «esquinita» que se le ha quedado chica. La segunda, que persigue una política de «transversalidad». Este es un término menos claro de lo que muchos piensan. Según el uso más común, el político ‘transversal’ aspira a cosechar votos a lo largo de todo el espectro político. Serían transversales, en consecuencia, muchos partidos perfectamente convencionales.
La ‘transversalidad’ asume un contenido muy distinto en boca de Errejón o Iglesias. Para comprender a estos comunistas de última generación, conviene retrotraerse a Ernesto Laclau, padre ideológico de Podemos y oficiante en los cultos mistéricos del posestrucuralismo. Laclau acuñó un sintagma aparatoso que apenas si ha salido de la esfera libresca: ‘cadenas equivalenciales’. El que aspire al poder, o a una nueva ‘hegemonía’, debe aglutinar contenciosos diversos hasta construir , por agregación, un movimiento revolucionario que finalmente dé con el sistema en tierra. Esos contenciosos son ‘equivalentes’, no porque guarden entre sí una afinidad objetiva, sino en tanto que, superpuestos o yuxtapuestos, coadyuvan a la conquista del poder. Desde esta perspectiva cuentan menos las viejas reivindicaciones obreristas que la subversión del statu quo. Los parciales de Laclau, nominalmente de izquierdas, ofrecen concomitancias indudables con el fascismo de primera hornada, el que derribó la democracia en Italia en el período que se extiende desde 1919 a 1925.
¿Ha salido por este registro Yolanda Díaz? En mi opinión, la duda es legítima y, a la vez, extemporánea. La teoría política no es el fuerte de la prologuista improvisada de ‘El manifiesto’ de Engels y Marx. Lo más probable es que Yolanda, que como comunista comprende mal la democracia liberal, y como ambiciosa tiene prisa por pillar poder, emprenda una galopada errática por esta España caótica y sin dirección. No le auguro un futuro especialmente feliz. Como ha demostrado con su estupefaciente evocación del 8-M, es vanidosa y no demasiado penetrante. La celebridad de que ahora disfruta es de relumbrón. Cualquier día, por cualquier causa, tirará demasiado de la cuerda y reventará como una bengala romana.