Álvaro Delgado-Gal - ENQUIRIDIÓN
El sentimentalismo verde de la nueva izquierda
Tarde o temprano, la izquierda pagará caro su raro, perverso, error de registro
El episodio de Alberto Garzón y sus macrogranjas ha revelado por enésima vez la índole intrínsecamente fraudulenta de Pedro Sánchez. Pongamos los fotogramas en orden. Garzón, exhibiendo la falta de sindéresis que le caracteriza, censura la carne española y la ganadería intensiva en una entrevista a The Guardian. Dos: Sánchez, en puertas de unas elecciones en Castilla-León, región ganadera, sufre un ataque de pánico y desautoriza a su ministro sin miramientos, a pesar de que este no haya hecho otra cosa que recitar como un niño de san Ildefonso la doctrina suscrita por la coalición de Gobierno. Tres: contra lo previsto, las encuestas locales no castigan en absoluto a Unidas Podemos, que sale mejor parado, en términos relativos, que el PSOE. Cuatro: Sánchez suelta a la ministra portavoz para rectificar su rectificación. Resulta ahora que ambos, Garzón y el presidente, han pensado siempre lo mismo sobre vacas, cerdos y demás fauna agropecuaria.
Sobran comentarios. No sé qué efecto tendrá el lance grotesco en las elecciones de Castilla-León, ni la fiabilidad de las estadísticas publicadas. El nivel del debate, en todo caso, ha sido paupérrimo. Lo suyo es que Garzón se hubiese limitado a recomendar un equilibrio entre el abaratamiento de un producto alimentario básico y el medio ambiente. Como lo último exige cierta pericia y el ministro es, a la vez, elemental y vanilocuo, la retórica ha prevalecido sobre el sentido común. Pero todo esto es anécdota. Es más interesante llamar la atención sobre un hecho lateral que en el largo plazo cambiará por entero la política española y que el análisis convencional no captura con la claridad suficiente.
Me explico. Lo extraordinario, en el conflicto de las macrogranjas, es que un miembro del PCE, sí, del PCE, haya coqueteado con argumentos animalistas. El PCE es un partido marxista que no ha abjurado de una ideología, el comunismo, identificada con la economía centralizada y la aplicación de la tecnología a la explotación de la naturaleza en beneficio de los trabajadores. El giro ecologista del partido constituye por tanto, ética y estéticamente, una anomalía.
El periodista Rafa LaTorre comentaba el otro día que en Castilla-León ya no se ve a políticos besando niños. Ahora se ponen delante de la cámara para besar lechones. Cabe preguntarse: ¿besan a un lechón como si fuera un niño, o quizá estiman más políticamente correcto besar a un niño como si fuera un lechón? Si las emociones de los lechones son insoslayables, ¿estaremos, al comer lechón, cometiendo un acto de canibalismo? Estas elucubraciones y paralogismos, inspirados en lemas y consignas procedentes de los campus americanos y perfectamente ininteresantes, cuando no ininteligibles, para el 99% de los españoles, han sido abrazados con entusiasmo por los herederos nominales de las masas proletarias que entonaban ‘La Internacional’ el primero de mayo. No hablemos de la cruzada contra los transgénicos, ese invento del diablo que ha sacado del hambre a cientos de millones de personas. Marx no habría vacilado en incluir la sensiblería verde que ahora nos aflige entre las utopías reaccionarias.
Cito al maestro y a su cuate Federico Engels a partir de un libro, ‘El manifiesto comunista’, que Yolanda Díaz, probablemente, no ha leído: «En la sociedad comunista el trabajo acumulado no es más que un medio de prolongar, de enriquecer y de hermosear la existencia de los trabajadores».
Las aguerridas masas proletarias han dejado de existir, cierto. Es de temer, no obstante, que los votantes del PC no compartan los escrúpulos de los políticos que dicen representarlos. Los situados debajo de la mediana en el ranking de renta necesitan, más que nadie, comer carne de vaca, y sobre todo de cerdo, a un precio asequible. Dicho esto, concedo que la ecología es fundamental, lo que no equivale a decir que lo sea el ecologismo. Tarde o temprano, la izquierda pagará caro su raro, perverso, error de registro.