Por una víctima del terrorismo

Un día en Alsasua

Ana Velasco, víctima del terrorismo y patrona de la Fundación Villacisneros, relata su paso por el pueblo navarro

Un guardia civil controla una carretera en Alsasua Jaime García

Ana Velasco Vidal-Abarca

La mañana del 27 de junio salimos temprano de Santander rumbo a Pamplona . Íbamos a presentar el proyecto Dignidad, que ha puesto en marcha la Fundación Villacisneros para apoyar a las víctimas del terrorismo en su reivindicación de justicia, memoria y verdad.

Nos separaban 253 kilómetros de nuestro destino. Pasábamos por Alsasua . No podíamos dejar de detenernos. La mañana era tranquila y soleada. El pueblo relucía, coqueto y pulcro. Las ventanas de las robustas casas de piedra lucían geranios rojos. Pasamos ante un animado mercadillo en el que las señoras con sus monederos y los gitanos ante sus furgonetas blancas regateaban sonrientes. Desayunamos en una terracita al sol. No escuchamos hablar en vascuence. Los niños corrían, las madres tomaban café con churros. El ambiente era idílico.

Fuimos a buscar una pastelería. Queríamos llevar un detalle a los Guardias Civiles que íbamos a visitar. De camino pudimos ver un contenedor de basura que tenía pintada la bandera nacional ; en la plaza de la iglesia nos recibió un enorme cartel con las caras de los terroristas del pueblo encarcelados y al poco, otro cartel nos mostró unos tanques amenazantes con una leyenda en vascuence. Probablemente advertían de la inminente invasión de España a aquel inofensivo enclave.

El cuartel de la Guardia Civil de Alsasua está a las afueras del pueblo. Supimos que llegábamos al ver una inmensa valla de hormigón, coronada por una alambrada de varios metros . Es una casa cuartel humilde, de ladrillo visto, que ocupa un espacio reducido, con un patio central y sin casi explanada exterior, solo la justa para que luzca la única bandera que nos representa a todos los españoles. El recinto está absolutamente «amurallado». En su fachada principal, el lema de la Guardia Civil «Todo por la Patria» sobre los colores de la bandera nacional. Es un lema hecho realidad que estremece leer en ese entorno hostil.

Al entrar, vimos a dos niños jugando al balón. Una madre con un bebé en brazos los vigilaba. Los niños estaban contentos. Para ellos era natural estar rodeados de alambradas. Había poca gente más. Los guardias civiles nos llevaron a la cantina. Subimos por las escaleras y vimos el cartel colgado en la pared. Los 230 guardias civiles asesinados por ETA . Sus rostros, muchos tan jóvenes, sonrientes, con sus miradas limpias. Qué golpe de dolor. Al llegar a la cantina, otro cartel: «Los treinta y siete de Ana», la cantinera. Ternura y sentido del humor.

Nos contaron poco. No hacía falta. Todo saltaba a la vista. El espíritu de servicio, la generosidad, el altruismo, el estoicismo, la contención, las convicciones, la integridad, la valentía, la humildad. Eran tantas las virtudes que se podían palpar entre aquellas paredes destartaladas... Imposible no pensar en su día a día, en los años terribles de la amenaza constante . Imposible no sentir un agradecimiento infinito y, en el fondo del corazón, vergüenza. Vergüenza por las condiciones en que trabajan, vergüenza porque merecen un reconocimiento muchísimo mayor del que reciben, vergüenza por como está siendo traicionado su sacrificio.

Se despidieron afables. Nos dijeron que en el pueblo la gente es buena. Que los malos son muy pocos pero se hacen notar . Que a pesar de todo, tienen amigos allí, aunque procuran que no les vean con ellos. Y también nos dijeron que muchos van a las manifestaciones para que no les fichen los malos y les dejen vivir en paz. Pero nosotros sabemos que los buenos de verdad son ellos.

* Ana Velasco es víctima del terrorismo y patrona de la Fundación Villacisneros.

Un día en Alsasua

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