Agustín Pery
La penúltima ofensa a las víctimas
Hoy, cuando callan las pistolas, no las hieran con las palabras. No se lo merecen. Se lo debemos
A Pedro Sánchez le es suficiente con que parezca lo que no es. Otegi siente el dolor de las víctimas pero no condena a las hienas que lo provocaron ni a sus juglares que los jalearon. Tampoco hay que pasarse,no vaya a ser que quien tenga que vigilar sus pasos y acabe expulsado del paraíso abertzale sea él. Sentir sí, arrepentirse y disculparse jamás, que vive de dolores ajenos y radicalismos propios. Lo suyo es cobarde, taimado y repulsivo , pero no sorprende ni duele tanto como que partidos de ámbito nacional se lancen como groupies a jalear el penúltimo acto de cinismo del gudari de pacotilla. Pero aún duele infinitamente más la complicidad de Moncloa, el mercadeo repugnante de quien es capaz de desenterrar a las víctimas del franquismo y sepultar bajo el cemento del olvido a las de antes de ayer, las de ETA.
Como además de rezumar hipocresía, Sánchez y sus comparsas no tienen ningún pudor, se agarran a la garra de Bildu, Podemos y demás ralea para aplaudir este gesto que «llevábamos años reclamando los demócratas». Es el súmmum de la inmundicia, un despreciable sinecdoque por el que se erigen en el todo, los demócratas, cuando ya casi no forman parte. Ni libertad, ni justicia ni mucho menos democracia cuando un partido como el antes conocido como socialista celebra una ofensa por el sólo hecho de que le renta políticamente.
¿Qué será mañana? ¿Con quién será capaz de pactar a cambio del catre monclovita? Es desolador ver cómo partidos presuntamente constitucionalistas son tan comprensivos con los verdugos y tan poco, o nada con las víctimas. Ellas y sus familias son una molestia, la memoria viva de nuestro pasado más sangriento y vergonzante. Hoy, cuando callan las pistolas, no las hieran con las palabras. No se lo merecen. Se lo debemos.