Salvador Sostres - TODO IRÁ BIEN
Agustí, vas cojo
A finales de 1983, Pujol quería prescindir del que había sido su primer consejero de Agricultura, Agustí Carol, pero no se atrevía a decírselo. Llamó a Lluís Prenafeta, su hombre de confianza para que le ayudara a encontrar la manera. Y Prenafeta, que siempre ha sabido resolver problemas, le dijo un día al conseller. «Agustí, vas cojo», y le mandó a un médico amigo, previamente avisado, que le convenció de que tenía que operarse inmediatamente, porque lo que tenía —que era nada— podía ir a peor. Y así, fue el propio Carol quien le presentó la renuncia al presidente, para poder someterse cuanto antes a la intervención. Cuando el hombre se recuperó, Pujol se ocupó de que recibiera una agradable oferta de una empresa de su sector. Así se han hecho siempre las cosas en Convergencia. Creando soluciones más graves que los problemas y con un paternalismo a la siciliana.
El partido se metió en el lío de la independencia para no parecer menos nacionalista que Esquerra y ahora han cambiado de nombre porque tampoco saben cómo decirle Mas que el problema es él. Si Homs ha podido llegar tan lejos es igualmente que nadie se ha atrevido a ponerle en su sitio.
Del mismo modo, la votación de ayer tuvo que ver con la visibilidad y el millón de euros que supone tener grupo parlamentario, pero sobre todo con que los convergentes no saben cómo decirle a Esquerra que se han hartado de sangrar en la marginalidad y que quieren empezar a reconstruir los puentes con el Estado, o lo que es lo mismo, con el Partido Popular.
Es altamente improbable que Homs y Convergència hagan el menor gesto en favor de Rajoy que pueda comprometerles públicamente, del mismo modo que se inventaron la cojera del pobre conseller, y hasta le operaron, para evitarse el mal rato de tenerle que cesar.
Pero eso sí, le buscaron una salida respetable, que es exactamente lo que Homs se buscó ayer en el Congreso para cuando la culpa de todo vuelva a ser de Esquerra, de la CUP, y pierdan las elecciones o se pierdan en la eterna pantomima del desafío que nunca llega, y necesiten que alguien les reconozca como interlocutores, les tolere los chanchullos y les arregle el final de mes.