Salvador Sostres

Lo que aguantan

«Convergència votó ayer fundar un partido nuevo que lo más probable es que vuelva a llamarse Convergència, y que continúe controlado por los de siempre»

A la vuelta de una fiesta en casa de Pedro Altares, uno de los ministros de Felipe González tuvo un aparatoso accidente de tráfico. Alguien le preguntó a Felipe: "Presidente, ¿no le sorprende lo que el ministro bebe?". "No", respondió, "me sorprende lo que aguanta".

Mas es el político aparatosamente accidentado regresando de su propia fiesta independentista, y las vueltas de campana han dejado a Convergència tan al borde de la desaparición, que ayer sus militantes votaron impulsar un partido nuevo. No puede sorprendernos su desastre, porque todo lo que toca acaba en desgracia. Pero sí lo que aguanta, y que tras haber dejado a su partido radicalizado, con menos de 15.000 militantes al corriente de pago –tenía cerca de 60.000 cuando alcanzó la presidencia de la Generalitat–, y con unas desoladoras expectativas electorales, en ningún momento se haya planteado abandonar la política, ni siquiera someter a plebiscito su continuidad.

Convergència votó ayer fundar un partido nuevo que lo más probable es que vuelva a llamarse Convergència, y que continúe controlado por los de siempre cuando terminen estas y algunas otras sesiones que todavía le quedan de manicura.

El partido nacionalista votó igualmente que Francesc Homs vuelva a ser su candidato al Congreso, después de que obtuviera en diciembre el peor resultado de su partido en unas Generales, y con unas encuestas que le pronostican para junio un naufragio todavía más dramático.

La democracia que tanto le exigen a Rajoy, reclamándole referendos ilegales, la desprecian Mas y Homs cuando ellos son los afectados, aferrándose a sus sillones pese a llevar cuatro años perdiendo elecciones

Nada hay tan viejo, ni tan antidemocrático, como usar las urnas para inaugurar pantanos. La democracia para Convergència es una cantada de habaneras en Calella de Palafrugell, agitando aquellos pañuelos blancos.

Artur Mas, permaneciendo como la mano que mece la cuna, es una Bella Lola espectral que, incapaz de entender su fatalidad, arrastrará a Convergència hasta la marginalidad, tal como ya la ha llevado del centro hegemónico a hacer el ridículo en Madrid, a perder Barcelona y muy probablemente, en menos de un año, la Generalitat.

También ayer la Assemblea Nacional Catalana (ANC) reeligió a Jordi Sánchez como su presidente, cuando la semana pasada fue Liz Castro, una alocada americana que busca su difícil equilibrio personal a través de esta causa, quien ganó las elecciones de la entidad. Como Convergència, la ANC considera la democracia no más que un folcrórico entretenimiento para las bases, que sólo hacen ver que se toman en serio cuando sirve para insultar a España.

Sí, me sorprende lo que aguantan.

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