Aferrarse al cargo

Mas se aferra al poder y no admite que él es el problema. No se apartará para facilitar un pacto con la CUP y cree que después de las generales los «arreplegats» podrían replantearse su investidura. En caso contrario, sería candidato en las elecciones autonómicas que se repetirían obligatoriamente el 6 de marzo, e intentaría permanecer como presidente del partido que resultara de la refundación de Convergència, prevista para febrero en este escenario de no investidura.

Mas ha roto el partido y el país con un secesionismo oportunista y un equivocado cálculo de las fuerzas que tenía. No solo se ha cargado el partido alfa de Cataluña, sino que ha hecho saltar por los aires nuestra articulación moral, con su ambición personalista y un pésimo gusto por los intelectuales de que se ha rodeado, patéticos vendedores de pócimas milagreras.

Mas es el problema. Y no por la independencia, que es una idea tan respetable como cualquier otra, sino por su mediocridad de contable que se ha venido arriba. Por su cobardía incumpliendo sus promesas de ruptura y por su inconsistencia a la hora de comportarse como un hombre de Estado: no ha sabido ser útil ni a una causa ni a la otra, como se vio el 9-N sucumbiendo ante Rajoy, y queda claro ahora atrapado en el callejón sin salida de los antisistema en que él solo se ha metido, sin que ellos le fueran a buscar. Cualquier refundación de Convergència, y de la política catalana, es imposible mientras Mas no reconozca su error, pida perdón, deje de molestar y permita que su partido recupere el centro y su país la dignidad.