Isabel San Sebastián
Se aferra al cambio-trampa
Pedro Sánchez dejó claro desde el principio que aquello no era un discurso de investidura sino una moción de censura a Rajoy. Debía deslegitimar la mayoría relativa conseguida por el PP y justificar su derecho, aferrándose a esa trampa dialéctica de que «los españoles han votado cambio». Y lo intentó.
Es evidente que los votantes de Ciudadanos no aspiran al mismo cambio que los entusiastas de Podemos, por más que el PSOE necesite a ambos. De ahí que Sánchez se embarcara en un ejercicio imposible prometiendo multiplicar el gasto y a la vez embridar el déficit congelando el IRPF. Pretendió encamar en un mismo lecho políticas liberales en lo económico con otras podemitas en lo social, buscando el respaldo de todos a costa de ignorar las cuentas. Y no coló.
Más allá de alguna incursión interesante de inspiración anaranjada en la despolitización de la Justicia y los reguladores, lo escuchado se resume en puro voluntarismo cursi denominado «Gobierno del bien común». Un homenaje a la vacuidad que dejó para el final a Cataluña con una postura equidistante entre el Estado de Derecho y el golpismo rupturista. «La tierra pertenece al viento» en versión 2016.
Nota:
Forma: 4
Fondo: 4
Lo mejor: El anuncio de medidas para potenciar el mérito y la excelencia en los cargos de designación parlamentaria.
Lo peor: La inconcreción y cursilería de unas propuestas ramplonas destinadas a contentar a todo el mundo.