«Adiós, madre, no sé si te volveré a ver»

Diez minutos y una imagen. Las videollamadas que se hacen en prisión por la declaración del estado de alarma rompen muros

Un preso, emocionado durante una de las videollamadas ABC

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«Adiós, madre, no sé si te volveré a ver». Diez minutos de imagen, palabras y lágrimas antes de la despedida. Tal vez sea la última vez que habla con ella. El hijo está en un locutorio de la prisión de Teixeiro (A Coruña) y la madre en su pueblo de Marruecos, enferma de leucemia . Hace mucho que no se ven en persona, tampoco a través de una pantalla. Es uno de los presos que solicitó poder mantener una videollamada con su familia para mitigar el aislamiento y la lejanía.

Desde el pasado 30 de marzo en las cárceles que dependen de Instituciones Penitenciarias (todas salvo las catalanas) hay 205 teléfonos móviles para paliar el cerrojazo de las comunicaciones por el estado de alarma. Un dispositivo por cada 250 internos. « La restricción de las comunicaciones por la situación actual es un efecto colateral , pero tenemos la obligación de buscar alternativas para no romper los vínculos», reflexiona Miguel Ángel de la Cruz, director del centro penitenciario El Acebuche (Almería).

«No había visto a su familia desde 2013 por circunstancias de la vida. Fue muy emocionante. No solo hablar con ellos, sino ver en directo su casa, a los suyos». José Ángel Vázquez, director de la cárcel de Teixeiro, cuenta a ABC algunas de esas llamadas que han conmovido a todos, como la de un rumano, condenado por varios robos , que fue uno de los primeros autorizados.

Tras la suspensión de todos los permisos y visitas lo primero que se hizo en las prisiones fue aumentar el número de llamadas semanales a las que tiene derecho cada recluso de diez a quince. Lo segundo, enviar móviles con datos, algo que nunca se había producido. «Publicitamos los teléfonos en los tablones de anuncios de cada módulo. Hay que solicitar la llamada en una instancia , el número al que se va a llamar debe ser uno de los autorizados y que tenga whatsapp, porque es la aplicación que utilizamos», detalla Vázquez. Desde el inicio los directores recibieron cientos de instancias que van gestionando con una agenda diaria. Cada jornada entre quince y veinte internos pueden hacer su llamada.

Conoció a su bebé

Se da preferencia a presos con patologías graves para que informen a su familia de su evolución y esta pueda ver cómo están; a los que tengan problemas familiares y a los que, si no estuviéramos en estado de alarma, tendrían derecho a un permiso extraordinario por fallecimiento o enfermedad grave de un familiar, paternidad y el resto de circunstancias especiales previstas en el reglamento. «También otras situaciones análogas a criterio de la dirección», añade el director de Teixeiro. Esta semana hubo otra videollamada muy especial. Un preso gallego conoció a través de la pantalla del teléfono a su bebé. Su pareja, la madre del niño, también cumple en otro módulo de esa cárcel . Ambos pudieron ver la cara de su pequeño, que está al cuidado de unos parientes en Málaga. Todos acabaron llorando.

En esas vidas fracturadas en pedazos que hay entre rejas caben dramas que fuera parecen lejanos. Por ejemplo, los internos que tienen a sus hijos en centros de menores o con familiares y a los que no ven en mucho tiempo . Son otras de las comunicaciones que se están produciendo y que no dejan indiferente a quienes asisten a ellas como observadores.

El confinamiento en prisión es peculiar: están acostumbrados a vivir encerrados pero su contacto con el exterior ha quedado casi anulado. Se mantienen algunos talleres ocupacionales con educadores de los centros, pero no entra nadie más (ni personal de las ONG ni profesores). En Teixeiro ningún recluso ha presentado síntomas de Covid-19 por lo que no hay módulos aislados . La distracción, juegos de mesa, ligas deportivas entre internos, televisión... Se llama matar el tiempo.

En la cárcel almeriense de El Acebuche, con 800 internos, se han producido ya unas 200 videollamadas. «Es de las mejores medidas que se han adoptado para potenciar el contacto con el exterior», defiende su director. «Y se le puede sacar mucho partido en el futuro por sus resultados positivos». En el centro han priorizado las llamadas de presos que llevaban años sin tener contacto con sus familias. Cuenta Miguel Ángel de la Cruz la del rumano que pudo ver a sus padres y a sus hermanos juntos y conocer a sus sobrinos. Todos se reunieron en la casa. Sólo los había visto en fotografías. Diez minutos que cambian la vid a.

«Estas comunicaciones han rebajado mucho la tensión. El que acaba de ver a su hijo se queda con esa imagen y el que sabe que lo va a poder hacer en los días siguientes, igual». Había presos, aunque parezca irreal, que no llamaban porque no tenían dinero. Otros tienen la enfermedad en su casa. «Quiero despedirme de mi padre», fue una de las primeras instancias que llegó a la mesa de De la Cruz. Es un interno almeriense. A su padre lo habían desahuciado por Covid-19. «Cada uno tiene sus razones y las explica». Es viernes y ya hay otras setenta peticiones para la semana próxima. «Tenemos que facilitarles esta situación», dice con convicción. «Han reaccionado muy bien. Me reuní con todos los módulos. Ellos no querían que vinieran sus familiares para evitar riesgos» . Se le acumulan los agradecimientos de presos en el despacho. Las lágrimas las dejaron en el locutorio.

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